Alfonso Ussía

El andaluz paciente

La Razón
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El Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, presidido por ese botijo con los meñiques bizcos, ha retirado el busto de su hijo adoptivo, don José María Pemán. Fabuloso escritor, fabuloso poeta, fabuloso español, fabuloso andaluz. El andaluz paciente que inició con «El Divino Impaciente» sus cuatro obras teatrales históricas en verso. «El Divino Impaciente», Francisco Javier, el misionero navarro, amigo e hijo espiritual de Iñigo de Loyola. «Cisneros», «La Santa Virreina» y «Cuando las Cortes de Cádiz». Fue tan grande el éxito de «El Divino Impaciente», estrenado en plena Segunda República quemaiglesias, que con sus beneficios compró su casa de Cádiz, que allí, con su talento natural y popular, era conocida como «El Castillo de Javier». Los mostrencos han retirado el busto de don José María por fascista y asesino. Lo primero es mentira, lo segundo, una calumnia podrida. La alcaldesa, que es muy culta, ha declarado que se sabe de memoria muchos poemas de Alberti, y ninguno de Pemán. Lo de Alberti está por ver. Que lo demuestre. Precisamente a Jerez y a su Feria le regaló Pemán un poema extenso y grandioso, «Feria de Jerez». Y a su costa gaditana, «El Niño Mariscador», aquel que cantaba los mariscos que llevaba en su cesto, y un día dejó de hacerlo porque la mar se lo llevó. O su «Resignación», la entrega del cristiano a los designios de Dios cuando decide llevarse a un ser querido: «Por eso, Dios y Señor,/ porque por amor me hieres,/ porque con inmenso amor/ pruebas con mayor dolor/ a las almas que más quieres./ Porque sufrir es curar/ las llagas del corazón;/ Porque sé que me has de dar/ consuelo y resignación/ a medida del pesar;/ Por tu bondad y tu amor,/ porque lo mandas y quieres,/ porque es tuyo mi dolor.../ ¡bendita sea, Señor,/ la mano con que me hieres!».

Articulista portentoso. Gran ensayista. Orador elegido, siempre adornado por el acento gaditano de su palabra. Destronado de la dirección de la Real Academia Española por su reconocido recelo a la figura de José Antonio. Las «Terceras» de Pemán en ABC, glorias literarias. Presidente del Consejo Privado de Don Juan III. Empedernido luchador por la reunión y la armonía de todos los españoles desde el principio irrenunciable de la libertad. Creador del «Séneca», el filósofo de los campos del sur que entró en todas las casas de España.

El gran baluarte familiar. Como él decía: «Un porrón de hijos y un porrón de nietos». La muerte de su mujer, su tristeza más profunda. El Rey Don Juan Carlos, por su lealtad ininterrumpida a su padre, Don Juan, y su inestimable trabajo por la reconciliación de España, le concedió el Toisón de Oro. Tengo la imagen de aquel don José María, en su silla de ruedas, con toda su vida doblándole las espaldas, esquelético y manteniendo la mirada viva y penetrante de la inteligencia. Ejemplar en todos los actos de su existencia, esposo, padre, abuelo, bisabuelo, amigo generoso, la gran columna sostenida por unos brazos que apenas levantaban, en el tramo final, el peso de su estilográfica.

El interlocutor perfecto que encontró Don Juan para arreglar sus continuos desarreglos con el régimen del general Franco. El Pemán que avejentado y febril, sabedor del error que va a cometer su Rey haciendo suyo un manifiesto redactado por García Trevijano, llega a Estoril, interrumpe una cena de Don Juan, y en nombre de España se arrodilla ante el Rey para rogarle que no se enfrente a su hijo y ponga en peligro el trabajo, el esfuerzo y la lealtad de tantos durante tantos años.

El conversador inagotable y agudo, talento e ironía. Estoy seguro de que la alcaldesa de Jerez no ha leído a Pemán, como pongo la mano en el fuego que tampoco a Alberti, como si leer a uno impidiera la lectura de las cosas del otro. Hoy, los huesos de don José María descansan en la catedral de Cádiz, y su busto ha pasado a ocupar un rincón de los sótanos del ayuntamiento. Como esta jauría indolente de analfabetos y resentidos se sostenga en el poder, siempre apoyado por el PSOE, el mejor lugar para encontrar la paz y rendir homenaje a los grandes y a los justos que nos han precedido, será el de los sótanos. Los sótanos callados, los sótanos repletos de bustos orgullosos y recuerdos de españoles que pasaron por la vida con señorío y talento.

Qué fácil todo. «Por fascista y asesino». Mejor será escribir «anticomunista», ese cáncer asesino que aún, al día de hoy, aparece en las cabezas huecas como la quimera del progreso. Y «asesino». ¿A quién asesinó Pemán? ¿Quién es el asesino que quiere hoy asesinar el señorío, la bondad y la conducta intachable de un personaje como don José María?

¿Todos los jerezanos? Nada de eso. Los ejecutores efímeros del odio y la incultura.

Dios le premie, don José, español grande, andaluz paciente.