El desafío independentista

El apestado

La Razón
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En las elecciones del 21 de diciembre el plan de Junqueras es liquidar políticamente a Puigdemont. Si puede ser definitivamente con lo que ahora se llama cambio de eje, mejor. Se terminó ese matrimonio de conveniencia con la CUP de carabina y disparando perdigones. La sentencia la dictó el líder de ERC desde la cárcel en la tarde noche del martes cuando dijo NO a eso que llamaban la «lista país». Mientras Puigdemont celebraba un aquelarre «indepe» en un salón de postín en Bruselas con 200 alcaldes vara en alto, Junqueras certificaba la toxicidad del ex presidente catalán y de todo su partido. La Convergencia de siempre capitaneada por esos hombres que siempre han tenido un padre millonario que sacaba el dinero a los paraísos, el de Pujol y el de Artur Mas son bandera de estas sagas, ha tocado suelo con Puigdemont. Ahora encima tienen que andar defendiendo a Xavier Trías que también tenía «offshore» por parte de madre. Es lo que se llama caer en desgracia pero físicamente. Con el impacto se ha desintegrado en pedazos que no aportan nada al debate político. Se han quedado en el debate de los nombres que es el fin de cualquier formación política. Allí apareció un día Santi Vila, el consejero que se tiró de la furgoneta antes de la votación en el parlamento, que luego entró una noche en la cárcel para ver cómo era aquello y se fue de fiesta queriendo ser candidato de los restos. Automáticamente y herido en el orgullo el autoproclamado presidente en el exilio de un país que no existe, dijo pues yo también. Y con ese abuso que tiene de la primera persona sus ya ex socios les dijeron a los del PDeCat que se terminó. Puigdemont en el papel de novia en la boda, niño en el bautizo y muerto en el entierro además siempre quiere ser el primero de la conga independentista. Al principio hacía gracia su convicción total. Luego asustó, cuando se terminó el abecedario y allí no había ningún plan. Su única intención es que le preparen un recibimiento de cartón piedra a su regreso de la excursión por la persecución de un estado fascista. Algunos líderes de sus amigos los flamencos proceden directamente del colaboracionismo nazi, pero eso a Puigdemont le da absolutamente igual, como le han dado igual los catalanes, sus socios de gobierno, sus compañeros de partido y los estragos que causa con su visita a Bruselas en el Gobierno belga. Es un tipo tóxico. El primero que lo descubrió por proximidad a los efluvios fue Junqueras. Esperó, acompañó y en esa soledad del talego dijo solo «a por él».