Historia

Alfonso Ussía

El aragonés

La Razón
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Me ha emocionado el homenaje que el «Grupo de Periodistas Pi i Margall» ha tributado a Antonio Mingote en Barcelona. «Mingote, dibuixant catalá».

Antonio nació en Sitges el 17 de enero de 1919. Don Ángel Mingote era el director de la Banda Municipal de Sitges, y su madre, doña Carmen Barrachina, tenía la buena costumbre de acompañar siempre a su marido. Por otra parte, don Esteban Barrachina, abuelo carlista de Antonio, vivía en Sitges, y allí pasó nuestro genio los veranos de su infancia. Pero Antonio, y lamento revelarlo, no se sentía catalán. Antonio era aragonés hasta las cachas. Un aragonés que triunfó y se adentró en el alma de Madrid, donde alcanzó la fama que demandaba su talento y el cariño mayoritario que su carácter merecía. Antonio era bueno, genio, trabajador, tolerante, benedicente, tímido y liberal. También riguroso con su deber y puntual en su vida, como buen militar. «La impuntualidad es la mayor falta de educación. Los impuntuales se creen con el derecho de malgastar el tiempo de los puntuales». Un inteligente y culto alcalde socialista, don Enrique Tierno, tuvo a bien nombrarlo «Alcalde Honorario del Retiro», que fue el bosque paseado por Antonio durante más de cincuenta años.

Con la de Madrid, la memoria de Antonio se iluminaba en Daroca, Calatayud y Teruel. Y posteriormente, con Marbella y su casa de San Pedro de Alcántara. Allí conoció a Isabel, su gran amor, secretaria y mano derecha de Edgar Neville.

Pero Antonio, nacido en Sitges, fue siempre de Daroca, la localidad aragonesa de su padre, y la ciudad cuyo nombre eligió el Rey Don Juan Carlos para concederle el título nobiliario de marqués de Daroca.

Durante muchos años, por gratitud natalicia, Antonio colaboró en el periódico de Sitges, hasta que el nacionalismo decidió olvidarlo. Antonio era generoso, bueno y tímido, pero como ser humano tenía también el derecho a aborrecer. Y Antonio aborrecía al nacionalismo, y más aún, al separatismo catalán y vasco. No los entendía, y mucho lamentaba no poder hacerlo. No obstante, siempre estuvo orgulloso de ser un aragonés nacido en Sitges. Tengo un sobrino que nació en Baltimore, pero de Baltimore tiene lo mismo que yo de Ciudad del Cabo, muy bonita por cierto.

De cualquier manera, el homenaje que se ha celebrado en su memoria en Barcelona tiene emoción, valor y mérito. Un homenaje a un genio de España, a un español rotundo nacido en la españolísima Cataluña. Si por nacimiento se adquiere la naturaleza del lugar, Antonio fue un genio catalán –no sólo un dibujante excelso–, y no protestaría por ello. Pero su amor era el de un aragonés afincado en Madrid y descansado en Marbella. Iluminó con su talento durante sesenta años, sin fallar ni un solo día, las páginas de ABC. Era Paco Umbral un joven y ya gran escritor cuando escribió: «Lo mejor de ABC es la grapa y el dibujo de Mingote». Antonio, después de leerlo, le envió su agradecimiento por telegrama. «Gracias en nombre de la grapa».

De octubre –Antonio e Isabel disfrutaban los septiembres completos en Marbella–, a junio durante treinta años, los lunes de todas las semanas nos sentábamos a comer mano a mano. Casi siempre en el «Club 31» de la calle de Alcalá. Tengo buena memoria, y no miento cuando aseguro que Antonio se sintió siempre nacido en Cataluña pero aragonés y madrileño –por este orden–, hasta el último día de su vida. No critico, muy al contrario, el valiente homenaje que le ha recordado en Barcelona. Pero Antonio no fue jamás un «dibuixant catalá». Fue un genio español, que algún día será reconocido como uno de los referentes del talento cultural de España del siglo XX y doce años del XXI.

Su horizonte era infinito. Le abochornaba el agobio paleto de la aldea.