Barcelona

El culebrón del verano

La Razón
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El pretendido referendum del 1-O en Cataluña se ha convertido en el culebrón del verano. Los cuatro grandes partidos de dimensión nacional están tomando posiciones estos días. Con algunas diferencias de matiz, sus dirigentes están todos en contra, aunque en el caso de Podemos y fuerzas adyacentes su valoración del hecho y su respuesta al mismo son un tanto confusas. No aceptan un referéndum vinculante no pactado con el Estado e ilegal, pero defienden el ejercicio del derecho a decidir de la gente y, por tanto, la consulta como ejercicio de movilización ciudadana sin más consecuencias. Poner «cajitas en las mesas», ha dicho Pablo Echenique, para desahogo del personal. Para eso la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha dicho que dará todo tipo de facilidades, pero con cuidado para no perder el puesto porque le retiren los apoyos que la sostienen o porque la inhabiliten si se pasa de la raya.

Los socialistas respaldan en esto básicamente al Gobierno, pero sin perder del todo la equidistancia. Pedro Sánchez no quiere dar bazas a Puigdemont/Junqueras, pero tampoco entregarle la baraja a Rajoy para que cante las cuarenta. El PSOE tropieza con el endemoniado problema del PSC, en el que no faltan alcaldes y militantes del partido que comulgan fervorosamente con el nacionalismo. Esto obliga a ciertos equilibrios. La salida, que anunciará el viernes en Barcelona, es la «tercera vía». Sánchez propondrá crear en el Congreso de los Diputados una subcomisión que prepare una reforma de la Constitución de tipo federal en la que los nacionalistas catalanes puedan acomodarse a sus anchas. De paso Sánchez arrebataría así en este delicado asunto la iniciativa a Rajoy, al que los socialistas siguen acusando, coincidiendo en esto con los aznaristas del PP, de una desesperante pasividad política.

La posición de Ciudadanos coincide en esto sustancialmente con el Gobierno. Su conocimiento de la realidad catalana, donde está su cuna, hace que en la Moncloa se tengan muy en cuenta en este asunto las sugerencias e iniciativas de Albert Rivera. El presidente Rajoy ha asegurado reiteradamente que el dichoso referendum del 1-O no se va a celebrar. En el anterior simulacro de referendum dijo lo mismo y se celebró. Fue un fracaso. Esta vez no puede fallar. Perdería ante la opinión pública todo el crédito que le queda. Así que lo que se discute en tertulias y mentideros es cómo lo va a parar. De momento, sin perder los papeles y sin medidas excepcionales. Esta es la apuesta más segura. Dejando actuar a los tribunales, empezando por el Tribunal Constitucional, que ahora tiene los instrumentos legales disponibles para intervenir cuando llegue el momento. Inhabilitando y sancionando al que quebrante la Constitución o el Estatuto. Tocando su patrimonio familiar... Rajoy, el gallego tranquilo, que acostumbra a ganar todos los pulsos, seguirá aplicando la ley sin hacer mucho ruido. Esto está poniendo nerviosos a los dirigentes catalanes y provocando ya fuertes divisiones en el seno de la Generalitat y en las filas nacionalistas a medida que se acerca el momento. El Gobierno de Canadá cortó el grifo del dinero a Quebec y se acabó el problema. Puede ser una de las cartas que guarda Rajoy en la manga. Veremos. El culebrón acaba de empezar.