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El día del Caudillo

La Razón
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Puigdemont inaugura una nueva era. O eso cree. El 6 de septiembre, tal día como hoy, y si el tiempo no lo impide, el comandante en jefe de los Ejércitos de plomo de Cataluña, indicará con su pulgar hacia abajo que se convoca un referéndum. El 6 de septiembre será otro 18 de julio, una rebelión contra la legalidad que hará de Puigdemont otro Caudillo para los libros de Historia. Los separatistas quieren inaugurar así la dictadura independiente de sus cuatro reinos mientras España sigue estrangulándose con una malévola alevosía con la interrogación sobre el artículo 155 de la Constitución u otros ases que respondan al corte de mangas. Puigdemont cuenta con sus dragones que intentarán que las calles ardan y huelan a azufre, que es el falso escondite del pacifismo, ese movimiento del diablo. No es decartable que las revueltas acaben mal, sobre todo si las dirige un sargento tan chusquero y una manada de lobos sedientos y embusteros. Algunos quieren sangre, aunque no sabemos de qué bando. Más que el día de la vergüenza, o el de la infamia, el de hoy será, si el tiempo no lo impide, el del engaño masivo.

España se defenderá, pero no sola. Por ahora, Moncloa no ha jugado del todo la baza internacional. Tan pronto como se note aún más que la luz del día se acorta le llegarán del exterior mensajes a Puigdemont que harán palidecer las comisuras de sus partes más íntimas. La UE no va a admitir un nido bolivariano en una parte de su territorio que desestabilice de nuevo la zona euro. No es nada personal, sólo negocios. Quedará cerrado el grifo político y el financiero. El desastre económico del oasis catalán arrastraría a toda España a un festín carnívoro en los mercados. Nos es que peligren las pensiones de los nacidos allí sino los de una señora nacida en Burgos o Albacete. Rajoy ha apuntalado no sólo las alianzas internas, tragándose el jeroglífico de Pedro Sánchez, el monarca del nuevo sudoku, sino unos cimientos fuera que contengan el tsunami.

Donald Trump luchará con Puigdemont en una guerra de flequillos. Puigdemont conocerá muy bien su nación de naciones pero no ha visto de cerca la base de Rota. Trump prepara otras guerras y verbalizará a su manera que no le gusta que uno de los salones de España se pinte con gotelé ni que se decore con el buenismo de Ikea. La CIA mandará otra advertencia secreta. Esta vez para que cierre el pico. La ONU, aunque inane, no reconocerá una consulta sin ninguna garantía, así a las bravas, como la Constituyente de Maduro. A los que mandan de verdad no les conmueve sus ansias de soñar despierto. Tendrá que conformarse con hacerlo en duermevela, cuando los fantasmas agarran las verdades y uno se despierta en un mundo que no es el que creía. Puigdemont es tan alto en Cataluña como bajito en el del orbe. No hace falta ser aprendiz de brujo para leer en las llamas que una España flaca llenaría de pulgas el continente.