El desafío independentista

El día del episodio más negro

La Razón
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La culminación de la ambición de Lluis Companys llegó en 1934, tras la muerte del presidente Macià, en la que el político fue nombrado a dedo y sin elección alguna por la presión de la CNT, presidente de la Generalitat, con la feroz oposición de los miembros de la Lliga. Al poco tiempo de su elección fue el protagonista del episodio más negro y oscuro de la historia de Cataluña: el 6 de octubre, en el que promulgó el Estado Catalán dentro de la República Española. La proclamación tuvo lugar desde el balcón de la Generalitat, mientras susurraba a los oídos de su amante «Ahora ya no dirán que no soy catalanista». No deja de ser curioso que el discurso del 6 de octubre que pronunció Lluís Companys fuese escrito por el periodista e intelectual Josep María Massip, diputado y dirigente de ERC, sería uno de los más importantes apoyos internacionales del franquismo.

El 6 de octubre acabó en tragicomedia, el general Batet reducía con el mínimo esfuerzo las fuerzas sediciosas y sin apenas resistencia de los «Escamots» de Estat català y las fuerzas del Ejército español disponían de la colaboración de los Mossos d´Esquadra. El encargado del dispositivo de seguridad separatista, el consejero de Interior, el doctor Dencàs, huía por las cloacas en dirección al refugio de la Italia fascista. Las nefastas consecuencias del golpe de Estado de Companys –que en sus inicios fue detenido y encarcelado por provocador y alentar el uso de la violencia–, se vieron al cabo de dos años, cuando la semilla de la discordia y el odio prendió en la sociedad catalana, y que estallaría con violencia inusitada en el verano de 1936. Todo por la ambición del que llegó a ser concejal del Ayuntamiento de Barcelona en 1931, gobernador civil de Barcelona, diputado en el Parlamento español y catalán en 1932 y ministro de la Marina de España en 1933.

El dramaturgo Jacinto Benavente dejó escrito «una cosa es continuar la historia y otra repetirla». Y es que, en Cataluña y, y por extensión en toda España, vamos camino de repetir lo sucedido en octubre de 1934. Cambien los personajes. Macià por Pujol, Companys por Puigdemont, la CNT por la CUP, Cambó por Mas, Massip por Vila, Dencàs por Forn. Nos queda el general Batet, que fue el pacificador de la situación y sería asesinado en 1939 por el general Franco acusado de traidor, por defender la legalidad tras el golpe de Estado. Los sucesos de octubre de 1934 generaron una sociedad dividida, la propaganda fue fundamental para enconar la rivalidad entre banderías. En octubre de 2017 se repetirá la historia, y el presidente de la Generalitat Carles Puigdemont podrá proclamar la «Independencia de Catalunya», desde el balcón de la Generalitat. Después vendrán meses de zozobra y enquistamiento, de odios y señalamientos. Esto será largo.

Todavía estamos a tiempo de ganar el relato de la locura secesionista, mediante pedagogía y con un relato de afectos que requerirá grandes inversiones publicitarias dirigidas al catalán secuestrado por un discurso rupturista. Sin embargo, el odio ya está inoculado de nuevo en el cuerpo de la sociedad catalana. Octubres trágicos.