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El apunte de Francisco Marhuenda: El «exilio» de Puigdemont

La Razón
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El mundo de internet favorece que noticias falsas pasen por verdaderas. Las redes sociales se convierten en una autopista por la que circulan a una velocidad enorme y sin ningún control. Y al final terminas dudando entre la verdad y la mentira. La primera alerta sobre el viaje de Puigdemont a Bélgica me sorprendió y dudé de su veracidad, aunque es cierto que puede desplazarse a donde quiera. No tiene ninguna medida cautelar, porque no ha sido dictada por ningún juzgado. Esto le permite visitar cualquier país del mundo, aunque reconozco que no hubiera elegido Bélgica, pero con lo gris y provinciano que es Puigdemont le parecerá incluso glamuroso. Otra opción hubiera sido Rumania, el país de su mujer, pero me temo que su mundo es tan pequeño como el propio personaje.

Es cierto que con el “proces” he perdido mi capacidad de asombro y cualquier cosa me parece posible. Han pasado de lo sublime a lo ridículo y lo han hecho a una velocidad vertiginosa. Se han convertido en una caricatura de sí mismos. El esperpento comenzó el jueves con las dudas hamletianas de Puigdemont, que fue tan pusilánime que ni siquiera se atrevió a emular a Macià o Companys proclamando la república. Finalmente fue al día siguiente en una sesión desangelada y gris en una cámara catalana semivacía. Era grotesco. No se veía alegría e incluso los independentistas fueron cobardes y prefirieron que su voto fuera secreto para eludir la acción de la Justicia. No tenían mucha convicción. Lo mejor fue ver a Puigdemont haciendo una declaración tan confusa como es él en la sede del gobierno catalán en Gerona o a Rull asegurando que ya no era consejero sino ministro. Nunca la política catalana llegó tan bajo y estos personajes tan alto. Lo de Junqueras ha sido un misterio, porque se ha convertido en el fantasma del Palau de la Generalitat que aparecía y desaparecía siguiendo un guion incomprensible. La gran esperanza blanca del independentismo se ha quedado en nada.

Los consellers asumían disciplinadamente que se habían quedado sin sus cargos y los Mossos d’Esquadra tuvieron un comportamiento ejemplar. Hasta Forcadell, siempre tan agria y arisca, adornada de una amargura que es difícil de comprender, no ha intentado ninguna postrer defensa de la ilegalidad. Un triunfo del Estado de Derecho frente a quienes quisieron violentarlo y han fracasado. Por ello, el colofón final ha sido el viaje turístico de Puigdemont y cinco exconsellers para pedir asilo en Bélgica. Es algo tan excéntrico que resulta ridículo. La verdad es que esperaba que optara por el exilio interior en Amer (Girona) o formar un gobierno en el exilio en Rumania rodeado de la fidelidad de los parientes de su mujer. Lo imaginaba en un viejo castillo en los Cárpatos reuniéndose con sus fieles para preparar su retorno como si fuera un nuevo mesías. Formando a sus huestes de almogávares en el patio de armas del castillo y dispuestas a atravesar los Pirineos para reponerle en el “trono” del Palau de la Generalitat. Mientras llegaba el día soñado podía tener como fuente de inspiración a su mujer, Marcela Topor, y el tostón de las “Paraules del President”, que son decenas de volúmenes con las intervenciones de Jordi Pujol. Al final ha decidido dar la murga en Bélgica.