Política

El Gobierno de los mejores

La Razón
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Fue Jack Kennedy el que mejor llevó a la práctica ese concepto platónico de «gobierno de los mejores». Robert McNamara, Dean Rusk, el mejor speechwriter de la historia, Ted Sorensen, Arthur Schlesinger, Kenneth O’Donnell, el siniestro Lyndon B. Johnson o el hermanísimo Robert son algunos de los gigantes que le acompañaron en esos dos años y 10 meses de un reinado gráficamente conocido como «Camelot», en el que él desempeñó el rol de Rey Arturo y Jackie el de Reina Ginebra. En este país aún llamado España es difícil concentrar talento en el poder ejecutivo: los mejores prefieren quedarse en el sector privado, donde ganan más, viven mejor y les vilipendian mucho menos.

Este incontrovertible hecho tiene también excepciones que confirman una regla de atroz mediocridad. Gobierno de los mejores fueron todos y cada uno de los presididos por Adolfo Suárez, el primero de Felipe González y aquél con el que se estrenó José María Aznar en 1996. Lo mismo cabe colegir del de Mariano Rajoy, en el que hay un registrador de la Propiedad (él mismo), dos abogadas del Estado, dos técnicos comerciales, un TAC, un catedrático de Hacienda, un diplomático, una ingeniera agrónomo, un ingeniero de Caminos, una Cunef, un letrado de Cortes, una reputada abogada y un magistrado. Casi nada. La desproporción con lo que se ve al otro lado del arco parlamentario es sencillamente cósmica, por no decir insultante.

Me fascina esa manía presidencial de tener a su vera gente tan preparada como él o más. Lo cual revela bastante sobre la psique del personaje. Ese afán por dignificar el servicio público le llevó hace un año a nombrar fiscal general del Estado a un extraterrestre intelectual: José Manuel Maza, número 1 en todo, desde las oposiciones a juez hasta las de fiscal, pasando por su licenciatura en Historia. La tentación de designar un sucesor manejable estaba encima de la mesa. Bastaba con digitar a un mediocre. A menos talla, menos independencia. Tampoco tropezó en esa piedra esta vez. La designación del magistrado de la Sala Segunda del Tribunal Supremo Julián Sánchez Melgar garantiza el continuismo jurídico, intelectual e ideológico. Los españoles de bien podemos estar tranquilos con él. Yo, al menos, no lo veo pasteleando con los golpistas catalanes. El padre de esa doctrina Parot que nunca le agradeceremos lo suficiente también haría las delicias de Platón.