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El hombre que pudo con la Inquisición

La Razón
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En nombre de lo políticamente correcto, legión de personas que uno cree con inteligencia mínima hacen el ridículo con insistencia. Luego el tiempo los pone en su sitio. A veces su propia muerte o la muerte de los otros, como pasa ahora con David Delfín. La tarde en que presentó su desfile «Cour de miracles» en la Pasarela Cibeles, el público, buena parte de la Prensa que ahora jalea su arte con la hipocresia clásica de los necios, y las autoridades allí presentes, cayeron en un tornado que les llevó al envés del reino de Oz. Como si fueran antiguas marquesas de Embassy se sintieron indignadas y abandonaron sus sillas con aspavientos. Mujeres con el rostro tapado, algunas con sogas al cuello. Era aquel tiempo en que los burkas y Afganistán azotaban las retinas con látigos. Me quedé sentado con un ojo en la pasarela y otro entre los murmullos de las gradas. Una cosa complementaba la otra. El escándalo necesita de gente que se escandalice. No sé que será hoy de Jesús Caldera, del PSOE, o de portavoces de igualdad del PP, que en su mediocridad llamaron al orden y se pusieron la toga de inquisidores. Aquel diseñador que soñaba con Magritte y los surrealistas fue el ejemplar que había que llevar a la hoguera. El resultado fue que un desconocido se convirtió en el más célebre de los diseñadores. Su obra trascendió los golpes de pecho, y siguió adelante mientras pudo. En muchas ocasiones Delfín me transmitió de dónde partía cada colección e incluso con la humildad del que sabe que no todo lo sabe pidió opinión y consejo. Se hizo culto a su manera estudiando las vanguardias históricas para mezclarlas luego con el chicle pop callejero nocturno que aporta también no poca sabiduría. Tal vez más que los libros. Así empezó todo. De la nada. Por lo que Delfín fue un pequeño dios que creó su propio big bang hasta que las estrellas quisieron vivir en su planeta y lucir sus diseños. El drama, claro, acrecentó su leyenda. El diseñador y su musa Bimba enfermaron de cáncer en una alineación adversa de cuerpos celestes. Y ya fue perdonado, querido, envidiado.