Restringido

El laberinto de Madrid

Estamos ante un cúmulo de paradojas, que son todo menos pintorescas. Esperanza Aguirre, según los datos de que dispongo ya bien entrada la noche interminable, ha ganado por los pelos las elecciones, pero puede perder Madrid. El PSOE, que ha resistido mal que bien en el conjunto de los ayuntamientos, ha sufrido, en esta plaza simbólica, rompeolas de todas las Españas, un batacazo histórico. La izquierda variopinta, bajo el cartel de Manuela Carmena y la movilización de Podemos, ha puesto una pica en la plaza de la Cibeles o mejor, en la Puerta del Sol, epicentro del seismo. Ciudadanos se ha quedado corto, lo que limita algo su capacidad de vuelo mirando al futuro. Izquierda Unida y UPyD quedan barridos. El Ayuntamiento de Madrid, después de un largo período de dominio absoluto del PP, puede volver a caer en manos de la izquierda, una izquierda variopinta e imprevisible. Para eso tendrán que pactar la triunfadora moral con el perdedor moral de estas elecciones, o sea, Podemos y el PSOE, –el pueblo y la casta– un pacto que tendría un duro coste para ambos. Este tipo de alianzas en minoría con la nueva fuerza emergente de la izquierda puede que no sea inocente ni un buen negocio para el partido centenario. El papel arbitral de Ciudadanos ha perdido peso en Madrid. En resumidas cuentas, el Ayuntamiento de la capital, con la irrupción de las nuevas formaciones, se ha convertido en un laberinto político. Cabe el gobierno en minoría de la fuerza más votada, pero Aguirre, que apenas ha salvado los muebles, se verá maniatada, con la mayoría en contra. Cabe un gobierno de coalición de PP-PSOE, que formarían un escudo protector frente a Podemos, y que podría servir de ensayo para las generales de noviembre, lo mismo que cabe, y es mucho más probable, una alianza de todos contra Esperanza para «echar a la derecha de Madrid». La enconada pugna entre Aguirre y Carmena ha favorecido al final a la segunda aunque haya ganado la primera. La dura batalla de Madrid no ha hecho más que empezar.