Gonzalo Alonso

El mejor tenor del mundo II

La Razón
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Me han llegado e-mails solicitando una opinión personal y a ello voy. Hay un hecho indiscutible: Caruso fue el primer tenor moderno, pionero en superar el millón de discos vendidos. Cien años después, aún seguimos hablando de él y dentro de otros cien sucederá lo mismo. Estos hechos, junto a una voz inconfundible, aterciopeladamente varonil, con todos los registros propios de un tenor y un repertorio amplio le llevan a ocupar, a mi modesto modo de ver, un primer lugar indiscutible y ahí le coloco a pesar de no haberle podido escuchar jamás en vivo, aspecto imprescindible para opinar de una voz. Razones similares llevarían a colocar en los primeros peldaños a Beniamino Gigli, tenor que protagonizó más de veinte películas y cantó más de sesenta papeles. Su voz evolucionó desde el lírico al spinto. Era capaz de cantar con una dulzura propia de la miel páginas como «Mi par udir» y estallar con firmeza en el «Fui soldato» de «Chenier». Joan Sutherland me dijo que era la voz de tenor más grande que ella había escuchado. Otros de primera fila fueron Melchior, Lauri Volpi, Bjoerling, Pertile, Tauber, Fleta, etc. A ninguno de ellos pude obviamente oírles en vivo, sí en cambio a los siguientes. Giuseppe di Stefano tenía de joven una voz parecida a la de Gigli y un gran corazón. Tanto temperamento le arruinó pronto la carrera, pero dio diez años gloriosos. Richard Tucker, el tenor americano por excelencia, hoy injustamente olvidado, cosechó la mayor ovación tras un aria –«La juive» en el Liceo– que he presenciado. Inolvidable. Carlo Bergonzi suplió con verdiana elegancia los límites de una voz no bella. Pocos mejores para Verdi y su «Forza» y «Ballo» inconmensurables.

Plácido Domingo es el mayor artista operístico que he conocido sobre un escenario, musical, con una voz preciosa, arrebatador en frases inolvidables, con el que más veces he disfrutado y con el que más he sufrido a causa de sus problemas arriba. Luciano Pavarotti, la voz iluminada por el sol, con un registro agudo extenso y firme, fue el prototipo de tenor. Incomparable su «Boheme». Declaró que el mejor tenor había sido Franco Corelli. Corelli, inseguro en la búsqueda de la perfección, es el más completo que he visto y escuchado por caudal, belleza tímbrica, facilidad en todos los registros y presencia escénica. Mi número uno de los escuchados, pero para él ese uno fue del Monaco, dotado de una voz de bronce, que proyectaba con enorme «squillo». El Otello por excelencia. Domingo quiso que le confirmase como su sucesor y él contestó irónicamente: «Yo canto todos los días de la semana, no sólo los domingos». En este espacio limitado no por ello hay que olvidar a Kraus, Wunderlich, Schipa, Flórez, Vickers, Windgassen, Carreras, Aragall, etc., ni al indiscutible número uno actual: Jonas Kaufmann.