Enrique López

El mito de Sísifo

La Razón
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Hace siete años escribía en este mismo periódico un artículo bajo el mismo título para referirme a los problemas de nuestro sistema de justicia. Recordaba cómo Sísifo hizo enfadar a los dioses por su extraordinaria astucia, siendo condenado a perder la vista y empujar perpetuamente un peñasco gigante montaña arriba hasta la cima sólo para que volviese a caer rodando hasta el valle, y así eternamente, y decía que cuando se analiza la situación de nuestro sistema de justicia, se puede pensar que alguien hizo enfadar a muchos dioses, y estamos condenados de por vida a empujar un peñasco de asuntos de forma permanente, y como Sísifo, ver cómo caen de nuevo hacia el valle de las incesantes demandas, recursos, etc. También destacaba que, si se comparaba el número de asuntos que soporta nuestro sistema de justicia con el de otros países, se queda uno impresionado; algo que sigue ocurriendo en la actualidad, si bien han disminuido. En 2010 contábamos con una plantilla de 4.984 jueces, y en la actualidad contamos con 5.692, un notable incremento. Por el contrario, en 2010 soportábamos una entrada de asuntos anuales de 9.300.000, en 2014 de 8.300.000 y en 2016 una entrada de 5.800.000 asuntos, si bien a esta cifra, para poder compararla con las anteriores, habría que sumar los asuntos penales que ya no se registran porque no suponen carga de trabajo. Mientras tanto, se ha implantado la nueva oficina judicial, y los actuales letrados de la administración de justicia han asumido funciones que antes les correspondía a los jueces. A pesar de todo ello, la sensación es que nuestro sistema de justicia no mejora nada, como si de Sísifo se tratara, y lo que es peor, la población española no percibe ni los cambios, ni la modernización. En aquel artículo proponía que la solución no era duplicar la planta de jueces, ningún país lo hace y el nuestro no lo puede soportar, y que la solución pasaba por crear instrumentos que reduzcan drásticamente el constante abuso de la jurisdicción que se hace en España. En este momento sigo pensando lo mismo, y por ello sigo abogando por reformas que desanimen en el abuso de los pleitos, generalizando la posibilidad de las inadmisiones a trámite de asuntos descabellados, así como apostar de forma definitiva por los métodos de resolución extrajudicial de conflictos, para lo cual se hace imprescindible la colaboración de los abogados. Los asuntos que soporta nuestra Justicia no constituyen una cifra inexorable que haya que soportar con absoluta indolencia, ya se han ido rebajando y se deben disminuir mucho más. Las contantes peticiones de aumento de la plantilla deben ponderarse con estas realidades y, sobre todo, con la necesaria definición de un modelo procesal definitivo, especialmente en el ámbito penal, donde si la investigación penal les compete a los fiscales, se debe alterar la oferta pública en la ratio jueces-fiscales. No hay que temer los cambios de paradigma, la justicia lo necesita, y no sólo pasa por más medios, sino también por la adopción de nuevas actitudes.