María José Navarro

El modelito

La Razón
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Como ya saben Vds. que el mayor pozo vertical de España no es el que se acaba de descubrir en Cantabria sino el que va entre mi boca y mi garganta, voy a decir algo sobre el vestido de la Pedroche. Sobre el vestido de la Pedroche ha opinado ya hasta el radiotelegrafista de la comandancia de la Guardia Civil de Casas Ibáñez, pero es que si no lo digo, reviento. Vaya por delante que Cristina Pedroche puede enseñar lo que le venga en gana, incluso enseñarse ella, pero eso son riesgos que estoy convencida de que asume, porque de tonta no tiene un pelo. El caso es que la presentadora se presentó con muy poca tela en las campanadas y batió su propio récord de audiencia. El problema ahora, sin embargo, no es que ella salga mostrando chicha en una noche que pide una manta por lo alto, no, el problema ahora es que se te ocurra criticarlo. Se te echarán encima esas hordas antifeministas tan de moda en estos tiempos, esas hordas que están a la que salta, negacionistas, revisionistas, hordas de pseudo intelectuales dispuestos a defender hasta el machismo más antediluviano con el argumento de que las mujeres nos hemos vuelto unas peligrosas radicales con ganas de venganza. Así que tú ahora comentas en voz bajita que no te parece trasgresor ni moderno, ni siquiera un guiño de humor el vestido de la Pedroche y la Pedroche llevándolo y puedes acabar acusada de desear ir cortando penes por la calle. La bloguera Diana López Varela lo escribía el año pasado cuando en las campanadas asistíamos al mismo panorama y sigue vigente. «El problema no es que Cristina Pedroche enseñe las tetas, las bragas o lo que le dé la real gana. El verdadero problema es que Cristina Pedroche hace de tonta del culo. Concretamente, de tonta del culo enseñando las bragas». Mala concesión, compañera. Añoro aquellos días en los que la capa de Ramón García protagonizaba nuestras conversaciones.