Vacaciones

El porqué del sol y de la sed

La Razón
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El verano es sin porqué. Asa, fríe y aturde porque asa, fríe y aturde; porque sí. A eso de las cuatro de la tarde, durante cualquier transitar callejero, es fácil perder el sentido y ni los desiertos de «Las mil y una noches» resisten espejismos como los que soporta el no veraneante en la urbe. En esas caminatas obligadas, más expediciones que paseos, son de agradecer hasta los restos del agua que desde los edificios despiden los aparatos de aire acondicionado. Nos encontramos en el cenit del verano, que fue siempre sin porqué, como la rosa compuesta por Angelus Silesius, o como el mismo sol. Uno de estos astros intensos, blancos y cegadores le sirvió a Sol Sender, nieto del novelista Ramón J. Sender, para ganar el concurso de logotipos que convocó en 2008 el partido demócrata del entonces candidato Barack Obama. Ganó Sol, descendiente del autor de «Réquiem por un campesino» y luego lo hizo Barack, gracias precisamente a un sol que figuraba en ese logotipo político que tampoco revelaba porqués. Debía ser un sol de amanecer, joven y fulgente, como el que reflejan las paredes encaladas del sur. Recientemente se han cumplido 95 años del Desastre de Annual, que tan cruenta y vivamente Sender en su célebre novela «Imán». Alucinada y sencilla, la descripción de la derrota del ejército ante las milicias de Abdelkrim anticipa las incursiones del paseante en una bochornosa tarde de verano. Hace casi un siglo, en el Rif, los soldados españoles emprendían exploraciones no siempre fructíferas en busca de agua. Y, si había francotiradores rifeños al acecho, en los campamentos españoles se bebía orín racionado. El sol, la sed y la guerra eran sin porqué. Como el sol del logo victorioso de Obama. Como la alucinación de una tarde de verano.