George W. Bush

El refugio del tarado

La Razón
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Todos conocemos gente así y en política, incluida la española, existen ejemplares parecidos. Lo que hace excepcional a Donald Trump es que manda en el país más poderoso de la Tierra. No es un caso único, aunque tenga costumbres particulares. Comparte con Putin ser impetuoso, instintivo, proclive a embestir y estar convencido de que muchos conspiran contra él, pero entre el nuevo presidente de EE UU y el zar ruso hay diferencias esenciales.

No sólo en sus trayectorias personales y en la abismal ventaja que el del Kremlin, con tres décadas en la KGB, tiene sobre el de la Casa Blanca en lo que se refiere a política internacional y servicios secretos. También en los hábitos cotidianos y en concreto en uno que condiciona y mucho las respectivas respuestas: Putin no pierde un minuto escudriñando lo que publican los periodistas y Trump consume la jornada pendiente de noticieros de televisión, Prensa y redes sociales. No hay precedentes de un «Comandante en Jefe» que reaccione tan a bote pronto a los impulsos de las redes sociales. El frenesí con que firma órdenes ejecutivas, que van desde la construcción del muro con México a la suspensión de visados a ciudadanos de siete países musulmanes, tiene mucho que ver. Cuentan que Lyndon Johnson hizo instalar tres televisores en el Despacho Oval para seguir simultáneamente los informativos de las 7 de la tarde en las tres cadenas históricas: CBS, ABC y NBC. Ignoro lo que veía Clinton, aunque seguro que fue el primero que rastreó angustiado Internet, porque fue ahí donde desvelaron su affaire con la becaria Lewinsky. George W. Bush no veía la televisión y Obama solía refugiarse en ESPN y los partidos de baloncesto cuando se quedaba a solas, de madrugada. Trump, que no tiene pinta de quemarse las pestañas leyendo libros a pesar de ser un tipo listísimo, es un voraz consumidor de programas televisivos. Y eso es malo, porque condiciona sin duda sus decisiones. La existencia de medios de comunicación libres es esencial en una democracia, tanto por el control que ejercen sobre la actividad de los políticos como por la información que hacen llegar a estos, pero para alguien que tiene el mundo en sus manos, sería muchísimo más importante leer con detenimiento los densos informes de los Servicios de Inteligencia y los aburridos análisis de los expertos, que están pendiente de frivolidades en 140 caracteres. Twitter tiene mucha gracia, pero se ha convertido en el refugio del tarado.