Casa Real

El Rey en nuestro lado

La Razón
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En esta crisis provocada por la «deslealtad inadmisible» de los nacionalistas catalanes, el único actor político que ha sabido estar a la altura de las circunstancias ha sido el Rey. Así lo dije en los micrófonos de Cope nada más pronunciado su discurso y así lo reitero ahora en esta modesta columna semanal que me presta LA RAZÓN. Conocí al Rey Felipe hace años en un congreso de víctimas del terrorismo, cuando aún no había llegado a su magistratura, en un acto que había sido programado sólo para ser protocolario pero que se extendió por más de una hora en la que el entonces Príncipe de Asturias y su esposa departieron con los que allí estábamos, cada uno con nuestra desgracia a cuestas, escuchando atentamente lo que les decíamos e interesándose por nuestra personal visión de las cosas. Aquella fue una primera ocasión, pero hubo otras; y en todas ellas fui testigo de similares experiencias con este hombre afable, capaz de empatizar con los que se le acercan, de decir la palabra justa, de oír atentamente en silencio y sin prisa alguna. El Rey estuvo entonces con nosotros, la gente corriente. No a nuestro lado, sino en nuestro lado, compartiendo preocupaciones y sentimientos.

Así, de idéntica manera, le volví a ver el pasado martes en la televisión, cuando pronunciaba un discurso que pasará a la historia por su claridad y su rotundidad con respecto a la situación creada en Cataluña. Un discurso en el que no sobró ni una palabra, ni faltó ninguna referencia, y que encajó perfectamente en su, dificilísimo en esta hora, papel institucional. El Rey se jugó la corona en este embate, arriesgando hasta el extremo, tal como se desprende de las airadas reacciones que provocó en todos los que en esta coyuntura, desde la izquierda revolucionaria hasta el nacionalismo separatista, quieren dinamitar la Constitución y el sistema democrático. No son pocos y su ímpetu no ha sido vencido. Más aún, a estas alturas de la confrontación, ni siquiera tenemos garantías de que pueda serlo. Le agradezco al Rey Felipe que hiciera esa apuesta porque una vez más estuvo, codo con codo, en nuestro lado. Lo hizo especialmente cuando, al transmitir los mensajes que quería dar a los ciudadanos, se puso en la piel de los preocupados, los inquietos, los desasosegados y los que ven con tristeza lo que está ocurriendo; o sea, en la de la mayoría de los españoles. Y a todos ellos les dijo –nos dijo, porque yo estoy entre ellos– que «no están solos», no porque la Corona retóricamente les ampare, sino porque «tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles».

El Rey estuvo en nuestro lado, que no es el de los políticos que se aprestan, como carroñeros, a sacar alguna ventaja de esta crítica situación, sino el de los ciudadanos que «creemos en nuestro país y nos sentimos orgullosos de lo que somos». Nos dio una lección de patriotismo y ahora debemos corresponderle.