Alfonso Ussía

El tostón fraternal

Cuando era niño, jugaban en el «Barça» tres hermanos. Los Gonzalvo. El primero, el segundo y el tercero. Años más tarde, hubo tres Gento en el Real Madrid. El extraordinario Francisco, el mejor extremo del mundo, y dos hermanos que lo hacían muy bien pero no cuajaron, como dicen los entendidos. No es bueno que tres hermanos se dediquen a lo mismo. Se da mucho en el circo, en familias de saltimbanquis, trapecistas y payasos.

No tanto entre los domadores, porque siempre uno termina por ser devorado por el león malhumorado o el tigre que está plenamente en desacuerdo con la vida que le han proporcionado. Hay sagas de militares –Tierra, Mar y Aire–, de abogados, de médicos y de arquitectos. Confío plenamente en los primeros y recelo del resto. El fundador es el que vale, y después vienen todos los demás amparados en el prestigio del primero. Y se produce una gran confusión, porque en España no tenemos ese sentido del respeto dinástico que atesoran, por ejemplo, los ingleses. Se dice del cliente que llamó al despacho de abogados «Hogdson, Hogdson, Hogdson & Hogdson». –¿El señor Hogdson, por favor?–;–hace tres días se ha jubilado–. –Comuníqueme entonces con el señor Hogdson–;–lo siento mucho, pero está jugando al golf–; –¿Está, por casualidad, el señor Hogdson?–; –no en el despacho. Ha salido a visitar a un cliente–; –entonces, si es usted tan amable, dígale al señor Hogdson que se ponga–; –soy yo–.

Creo que los Goytisolo son demasiados escritores para una sola familia. Un agobio literario. Y poco simpáticos, aunque la palma de la antipatía – consecuencia de una rigurosa programación–, se la lleva Juan, el último y flamante «Premio Cervantes». He leído a los tres, José Agustín, Luis y Juan. Y creo que he cumplido con mi cortesía lectora. Juan parece enfadado con la vida, que no se ha comportado groseramente con él. Y lo prueba el haber sido elegido por el Jurado del Cervantes, que es un premio notable y muy apetecido por su trascendencia en los medios de comunicación. Creo advertir en Juan Goytisolo una sofisticación de la acidez perfectamente lograda. Hay escritores, que lejos del papel, la pluma, la máquina de escribir o el ordenador son personas más o menos normales, y escritores que se disfrazan de tales y hasta duermen con pijamas de escritor. Por lo normal, muy dados a presumir de extravagancias, como la de la corbata de Juan Goytisolo, la única que tiene desde hace treinta y cinco años. Me atrevo a opinar que muy mal elegida. De los tres hermanos, el más hondo y ameno, dentro de un orden, es Luis. Y el más bronco, sin duda alguna, Juan. El último, muy mimado por la retroprogresía imperante que influye y no lee. Juan Goytisolo es un escritor más que aceptable, pero muy sobrevalorado por el Sistema. En los espacios literarios, los antisistema son los prosistema, y esa realidad resulta conmovedora. Hay principios de cortesía y estética que se deben respetar desde cualquier militancia o ideología. Si el Rey se viste con chaqué para entregar un premio, el premiado está obligado a compartir la molestia. No se puede recibir el Premio Cervantes de marrón. No es una heroicidad. Sí, en cambio, puede emparentarse la elección indumentaria con la grosería. Si el chaqué le disgusta, que se compre un traje azul o gris, que la dotación económica del Cervantes da para ello con holgura.

Goytisolo no es culpable por recibir el Cervantes, sino los miembros del exótico Jurado con sobredosis de complejo de inferioridad que se lo han concedido. Alegre esa expresión tan áspera. Si no acepta las mínimas cortesías que el decoro impone, que renuncie al premio.

Pero es más difícil renunciar al premio que vestirse de marrón para recibirlo.