Cristina López Schlichting

El triunfo de la nada

La Razón
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Una educadora de Ripoll ha tenido el valor, días después del atentado, de expresar su pesar por los jóvenes asesinos, que antes habían sido sus alumnos. Alguien tenía que decir esto. No se trata de poner matices a la acción de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que tuvieron que matarlos de forma inevitable, lo que ella lamentaba y aquí subrayamos es la tragedia de unos jóvenes que aparentemente tienen todo y una vida por delante y eligen el odio y la muerte. La profesora daba fe de que no se trataba de chicos marginales, violentos ni trastornados. Estuvieron en su despacho, departieron con ella, plantearon deseos y esperanzas. ¿Cómo es posible?, ¿qué les pasó?, se pregunta esta mujer.

Lo que la educadora planteaba constituye el gran desafío cultural de la lucha antiterrorista. Porque lo que está ocurriendo ante nuestros ojos es que gente normal, con un futuro normal por delante, elige morir matando. La política antiterrorista ha de ser dura, no pueden estar en Europa personas fanatizadas como el imán de Ripoll, pero, a estas alturas, los que sueñen con una Europa «blanca» están tontos. En el continente hay millones de emigrantes y nuestro pueblo ha demostrado con creces su incapacidad reproductiva. Los visitantes son imprescindibles y las diversas creencias o increencias vienen con ellos. Ahora bien, ¿qué hace que algunos se fanaticen?

Por total casualidad hace años que visito la Plana de Vic y comparto amistad con profesores de los colegios de la zona. Me han explicado que tienen muchos alumnos que podrían tener este perfil: «Sencillamente –aclaran– esto es como la punta del iceberg de la cultura en la que estamos sumergidos y que padece una crisis antropológica cuya consecuencia es la nada». Los síntomas son muchos. Algunos chicos se hacen daño o se lo hacen a otros: se cortan, dejan de comer, se suicidan o matan sin sentido.Todo dentro de la misma clave, no saben quiénes son ni tienen un horizonte esperanzador.

El interior de Cataluña padece una secularización extrema. La destrucción de la familia y otros fenómenos disgregadores empezaron antes aquí y también aquí ciertos sectores de la Iglesia, queriendo gustar al poder, abandonaron al hombre antes aquí. Ahora es el enemigo de Dios quien ocupa el espacio que los hombres de Dios dejan y lo fagocita todo. Estos chavales no provenían de ningún campo de entrenamiento, ni siquiera de una educación musulmana ortodoxa desde la cuna: hablaban catalán, escribían y expresaban sus deseos y estudiaban con éxito en la escuela como muchos otros. En definitiva, preparémonos para más. Que eso haya empezado cerca de Vic significa que seguirá por el resto de la España y la Europa hueras de ilusión, incapaces de proponer a adolescentes y jóvenes altos ideales a la altura del deseo de sus tiernos corazones. No hay metas bellas, hemos vaciado de significado la existencia. Y ahora llegan los profetas del mal y prometen la vida eterna si entregas tu alma a cambio. El vaciamiento de las grandes tradiciones del humanismo lo ha matado todo. ¿A alguien le extraña que arraigen las semillas de la cizaña?