Regeneración democrática

En defensa de la democracia

La Razón
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Nuestra salud necesita un Barrio Sésamo de la democracia. Ahora se trata de liquidar los conceptos aprendidos y disfrutados a golpe de pancarta y cabalgando la «cháchara de filósofos, ensayistas, visionarios y vendedores de crecepelo». La democracia representativa, que es la vía participativa posible en países con un buen puñado de habitantes, tiene sus fallas, pero garantiza una estructura de poder en la que los ciudadanos votan a sus representantes y estos eligen a un Presidente del Gobierno. Que no te gusta, lo tumbas con tu papeleta. Disculpen que haya descendido a una pedagogía tan básica, pero creo que es necesaria ante el «relato» de los que el sábado se van a manifestar en Madrid. Este fin de semana, después de 10 meses de espera, espejismos y falsas sumas, tendremos presidente. Esta realidad es la normalidad democrática. Cuando algunos políticos hablan de «gobierno ilegítimo» están atacando la esencia de nuestra democracia. Luego te explicarán que ellos están por la democracia directa, pero hablar de «ilegitimidad» es estar en contra del concepto básico de la democracia sin más apellido. Cada pueblo desagua por donde tiene más diámetro la bajante. En Estados Unidos, Donald Trump dice, bajo su insultante bisoñé, que no reconocerá el resultado electoral si gana su rival. Aquí ha tomado forma y narrativa el argumento de que si no te gusta el que va a gobernar es un «golpe de la mafia a la democracia». Que se convoque una manifestación porque no gusta que Rajoy sea presidente no deja de ser un «divertimento» de sábado en Madrid; que se ataque la democracia poniendo en duda sus resultados y sus procedimientos es un aviso de peligro. Que de ese ataque, de momento teórico, participen representantes políticos es preocupante y un ejercicio de bilocación democrática digna de versión laica de «vidas ejemplares». Pese a los aires mesiánicos de algunos, no se puede estar dentro, en el Congreso, y fuera, en la calle. Este combate no es nuevo, es la esencia de revoluciones o revueltas del 68 hasta hoy. El matiz español es que tras el asalto frustrado a los cielos van a mantener la movilización y la tensión en los suelos. Cualquier escenario –la Universidad, el Parlamento, la calle...– es adecuado para la tensión. Y cuando alguien se tenga que hacer responsable siempre verá una cara amable que le explicará que «no es lo que parece» que en realidad la muchachada clama por la libertad y porque otra democracia sea posible. ¿Qué democracia se puede construir contra la democracia? Quizá, como decía aquel lema... «lo llaman democracia y no lo es».