Martín Prieto

En el camarote

La Razón
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Recién salidos de la segunda parte de la primera parte parece que estemos atropellados contra toda ley física y sin saber con qué objeto en el camarote de los hermanos Marx pidiendo comandas imposibles al servicio. Con la salvedad de que el surrealista humor marxiano aquí lo damos en versión de mala leche y absoluta falta de modales. Antes de que se contara el último voto un mandadero de Sánchez anunciaba que el PSOE votaría contra el PP y nunca se abstendría. Ya se sabía desde diciembre y no era necesario tanto énfasis y engolamiento. La buena educación, las formas perdidas, exigirían que Pedro Sánchez acepte la invitación de Mariano Rajoy, vea mano a mano que no hay acuerdo posible y salga al arengario a contar a los periodistas que lamentablemente no hay trato, y si es posible explicando los disensos. En la primera parte Sánchez rompió el suelo electoral de su partido y se puso tieso autoproclamándose líder indiscutible de los socialistas. En la segunda parte, tras tunelar su subsuelo, se felicitó por haber frenado la marea roja. Este hombre no hizo nada reseñable en campaña que detuviera a Pablo Iglesias, y el parón de Podemos se debe a sus estrafalarias mentiras y a la bandera antirradical levantada por Rajoy. Rivera lleva el camino de su partido gemelo UPyD, que Dios tenga en su gloria. La ley electoral que tanto le agradó en diciembre ahora es causa de su quebranto, y no apoya a Rajoy «porque para eso ya está el PSOE». Rivera, con la bisagra oxidada, no sólo tenía en su lista negra a Rajoy, sino también a Soraya Saénz de Santamaría cuando la pobre no se postula para nada. Lo que le gusta a este chico es firmar documentos con el PSOE con la pompa y circunstancia de la rendición del Japón. A Pablo Iglesias le ha perdido declararse socialdemócrata en una caída de caballo camino de Damasco, como el inocente Garzón ha asustado a los niños asegurando que Marx y Engels no fueron comunistas. Nos han considerado a todos tan idiotas que hasta su electorado se ha retirado ofendido. Ninguno de estos tres jóvenes tenores tendrá en consideración los 8 millones de españoles que respaldan al PP; desde sus modestos resultados a la baja el trío intentará que el Gobierno sea inestable, porque sólo les interesa una tercera parte. «¡Y dos huevos duros!».