Fútbol

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En el nombre del padre

La Razón
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Enrabietado por el paupérrimo fútbol de su equipo, ¡a merced del Leganés durante 70 minutos!, Messi colocó el balón en el punto de penalti. Era el minuto 90, empate a uno en el marcador. La distancia con el Madrid de los dos partidos menos resultaba en esos instantes tan abismal como la conexión con la grada. No cogió carrerilla. A tres pasos de la pelota, dio dos zancadas y la reventó contra le red, pegada al palo derecho del portero. Imparable. Hizo el 2-1, bajó la cabeza y, desolado, tal era su gesto, recibió los parabienes de los compañeros como quien es empujado de un lado a otro en el arcén del metro. Un autómata. Un futbolista aturdido.

Messi, el alma del Barça, también es su estampa. El mazazo de París ha profundizado en la herida de una plantilla que ya no es sublime, ni espejo de la cantera, que tiende a la desnaturalización y que hasta el Parque de los Príncipes aprobaba por los pelos. Sucumbir frente al Leganés, que convirtió a Ter Stegen en el héroe, más que un síntoma de agotamiento es de agonía por inanición. Al equipo le falta energía, y fuerza, coraje, fe, ánimo y capacidad de reacción. A esas vicisitudes, que en este deporte son cíclicas y afectan a ricos y pobres, se añade otra vez el latigazo exterior para mortificar aún más. La Audiencia Nacional va a procesar a Neymar, a su madre, a su padre, al Barça y quizá a Bartomeu, «por estafa y corrupción entre particulares». Neymar «yo-no-sé-nada» remite a papá. Messi aludió al suyo, Jorge, por el blanqueo de capitales y tiene pendiente una condena de 21 meses. Por los trapicheos del marido sentaron a una Infanta en el banquillo.