Irene Villa

En nuestra memoria

La Razón
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Hace 16 años la esperanza se esfumó de golpe. La luz se apagó y un recuerdo profundo quedó grabado en nuestras vidas para siempre. Las imágenes que pudimos ver en tiempo real desde cualquier rincón del mundo el 11 de septiembre de 2001, nos congelaron la sangre, nos helaron el corazón. Ver aquellas dos enormes torres a punto de desmoronarse no fue lo peor. Lo más dramático sin duda fue ver a esas personas que, sin escapatoria, decidían arrojarse al vacío huyendo de un final aún peor. Aparecieron en nuestra mente las ideas más apocalípticas, los pensamientos más negativos y una desesperanza que amenazaba con hundirnos para siempre. Comenzaba la guerra internacional contra el terrorismo. EEUU vivía uno de los peores ataques. El que marcaría un antes y un después en la escalada terrorista. Más de 3.000 personas fueron asesinadas en el múltiple ataque suicida con aviones secuestrados y estrellados contra las torres gemelas de Nueva York, el edificio del Pentágono y un descampado de Virginia. Una masacre que también acabó con la vida de cientos de trabajadores que corrieron a ayudar. Bomberos, sanitarios y policías se trasladaron al momento a tratar de salvar vidas y se estima que 411 trabajadores de los servicios de Emergencias también fueron asesinados, aplastados por los escombros. Las imágenes quedarán por siempre en nuestra retina. Tres años después, los atentados del 11-M abrieron una herida que aún no había cerrado tras el terrible e inolvidable 11 de septiembre. En España, donde lamentablemente tenemos asesinatos por terroristas mucho más recientes, tampoco conseguimos que termine de cicatrizar el dolor que despierta la sinrazón y la barbarie terrorista. Por eso, agradecemos siempre los actos de ayuda y comprensión que se multiplican por toda España, como el pasado 17 de agosto, cuando tras el terrorífico atropello yihadista en Las Ramblas de Barcelona, se cuadruplicaron los donantes de sangre y nadie dudó en apoyar a las víctimas. Gracias a esos héroes o heroínas que nos seguís recordando que, aunque hace menos ruido, la solidaridad es lo que abunda.