Toni Bolaño

Entre zarina ofendida y repelente niño

La Razón
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Artur Mas compareció en el Parlament, supuestamente, para dar la cara, pero de lo que hizo gala es de mucha cara, y muy dura, por cierto. Se presentó ante sus señorías tres días antes de la constitución de la nueva Cámara para decir que la contratación de obra pública de la Generalitat es impecable, que la transparencia de la Administración catalana es sobresaliente, y que las donaciones a las fundaciones de CDC son absolutamente legales.

Sin embargo, por la boca muere el pez. 1.- Concurso de adjudicación de ambulancias en 2015 por 2.000 millones. Después de adjudicar los servicios a una empresa, la Generalitat tuvo que rectificar por la algarada que se montó por parte de las empresas que se presentaron al concurso. 2.- Privatización de Aguas Ter Llobregat por 1.000 millones. La Generalitat adjudicó a Acciona en detrimento de AGBAR a pesar del informe contrario de su propia oficina de contratación. El Supremo ha confirmado que la adjudicación es nula. De momento, el Gobierno «transparente» de Artur Mas ha hecho caso omiso al pronunciamiento del alto tribunal. 3.- Transparencia. Núria Bassols fue designada comisaria de Transparencia. Su marido ha sido detenido en esta operación policial que investiga la trama del 3% a pesar de que la comisaria intentó evitarlo a toda costa cuando la Guardia Civil se presentó en su domicilio. Un añadido, la comisaria, en tanto que juez, es la responsable del archivo de la causa seguida contra Adigsa, la empresa pública de vivienda de la Generalitat.

El todavía presidente de la Generalitat oyó impertérrito las duras palabras de la oposición. Vio cómo ERC se ponía de perfil, con Junqueras desaparecido, pidiendo asunción de responsabilidades aunque no le pidieron que dijera adiós. Sí lo hicieron PSC, PP, Ciudadanos e Iniciativa porque veían una «casualidad cósmica» en el cúmulo de pruebas contra CDC. No se inmutó. Siguió impostando su actuación situándose entre la actitud de aarina ofendida y repelente niño Vicente. En una intervención llena de cabriolas y palabras huecas, tuvo buen cuidado de defender la honestidad de las adjudicaciones de la Generalitat pero omitió, de forma continuada y expresa, la honestidad de las adjudicaciones municipales, ahora investigadas.

Como guinda achacó todas las culpas al administrador del partido, como si tal administrador tomara decisiones por libre, al margen del presidente y la dirección de CDC. Ni un perro aceptaría ese hueso y menos cuando se escudó en el consabido «no conozco en detalle» las cuentas del partido. Dijo tener confianza en Vioca y Osácar aunque añadió un cobarde, y miserable, «espero no haberme equivocado». Después de esto no distorsiona que Inés Arrimadas le espetara «se acabó el chollo».

Mas se esforzó en convencer a ERC y CUP de que sigue siendo «el elegido» para dirigir la Generalitat envolviéndose en la estelada y tiró de épica con su cansino «seguiremos adelante», al margen de lo que piensa la mitad de los catalanes que dice representar. Por si acaso, recordó que él es el candidato para presidente de Juntos por el Sí. No vaya a ser que alguien se olvide. Era su único objetivo. De momento, Mas sólo es el presidente que más veces ha comparecido por corrupción. Quizás de eso habló con el defraudador confeso Jordi Pujol. Lo hizo en el mismo momento en el que la sede de CDC era registrada. Lo pillaron in fraganti y sugiere que fue espiado. ¡Qué cosas!