El desafío independentista

Estar o no estar

La Razón
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Si no hubiera sido porque Artur Mas ha intentado arrastrar a su partido a la independencia, hubiera pasado a la historia como uno de los peores gestores y presidentes autonómicos de España. Y eso que ha tenido duros contrincantes. Una gestión que sólo es comparable a la de su antecesor, Jordi Pujol, que con sus pactos con el Gobierno central de turno, no sólo tapó sus errores, sino el robo a razón de un tres por ciento para arriba de las empresas que querían trabajar allí.

Pero Cataluña, a falta de políticos, siempre ha tenido buenos empresarios y un pueblo trabajador arrastrado por la manipulación política y mediática. Durante un tiempo pensaron que la culpa la tenían los vagos andaluces que se dedicaban a la holganza con los impuestos del resto de España. Luego vino el «España nos roba» y lo demás es ya sabido.

Pues bien, a falta de la mala gestión desde la Generalitat, que se ha extendido por contagio a ayuntamientos y otros organismos, ha sido llamativa la actitud del Rey de España. Los que critican la actitud del Gobierno central, se han tenido que callar la boca durante los últimos años con el papel que ha jugado la monarquía durante todo este tiempo. Se dio cuenta inmediatamente Felipe VI de que se trataba de estar. No sólo escuchar y ayudar, sino de hacerse presente en Cataluña con ocasión y sin ella. Y por eso ha aprovechado cualquier coyuntura, fuera cultural, deportiva o económica, para hacer notar su cercanía. Quizá por eso las fuerzas del procés diseñaron una república catalana que no sólo les distinguiera del resto de España, sino que les evitara el bochorno de ver una y otra vez cómo la ausencia de sus políticos quedaba en evidencia por la presencia real. Lógicamente, los huevos y los insultos también llegaron, pero eran una prueba más de que los que los lanzaban o proferían se quedaban sin recursos ante ese estar.

La semana pasada, la presidenta del Gobierno balear, Francina Armengol, comentó después de su entrevista con el Rey que le veía «preocupado» por Cataluña. «Si no estuviera preocupado, sería el único español que no lo estaría». La presidenta del Ejecutivo autonómico no conocía aun los datos del CIS que –sorprendentemente– no recogían esta preocupación en los españoles. Pero es que últimamente parece que las encuestas del CIS se hacen en Marte. Pero como ella notó preocupado al Soberano, no pudo evitar darle su receta, y es que ante «la situación de crisis territorial (...) mi posición es defender una España federal, donde los acuerdos y el consenso sean la norma para entendernos, se respete la diversidad y las identidades». Bien ya sabemos que Armengol quiere hacer una federación de islas en Baleares, pero al margen de sus disparates me sorprendió más su solución. Dijo que Cataluña ha vivido «una falta de respeto e infrafinanciación» en la que la situación de enfrentamiento político «no ha ayudado nada a buscar esos puentes de diálogo absolutamente necesarios».

Pues nada más lejos de la realidad. Si algo bueno hemos hecho en este tiempo ha sido financiar la crisis catalana: su sanidad, su educación, sus infraestructuras... Y si en algo nos hemos mordido la lengua ha sido en la opinión que nos merecían sus políticos de tercera. ¡Falta de respeto! Ahí nos hemos equivocado todos. Para no poner en evidencia sus tropelías hemos callado. Y es justo arrepentirse. Y el Rey, que no debe hacer política, ha tenido que conformarse con estar: hacer notar que el Estado está allí presente con todas sus consecuencias. No ha sido poco.