Alfonso Ussía

Estiércol

La Razón
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Las cadenas privadas de televisión pueden hacer lo que les venga en gana a sus propietarios. Son negocios. Su finalidad es ganar dinero. El negocio no está obligado a la información veraz, a la ética, a la estética y a la moral. Las públicas sí. Y últimamente –con excepciones y siempre en minoría–, sus espacios de debate y opinión han sido copados por milicianos y andrajosos. Desde La Uno de TVE a la inexplicable TV3 –inexplicable que no haya sido sancionada, o como poco, excluida de la recepción de fondos provenientes de los impuestos de todos los españoles–, se respeta infinitamente más el andrajo que la inteligencia, la grosería que la buena educación y la perversión del lenguaje que la cultura. La Dos de TVE, al menos, se mantiene con los hipopótamos, el lagarto de la Gomera y alguna que otra película aceptable.

Me resulta difícil comprender la importancia que le concede todos los días en sus informativos y debates TVE a un prófugo de la Justicia. Trata al prófugo con generosidad y respeto. Tiene que ser consecuencia de la indolencia y dejación de sus directivos. Como en Telemadrid, la orientación política e ideológica está en manos de los sindicatos de la izquierda radical, que en los medios de información funcionan mejor que en la industria, la empresa y la agricultura.

Días atrás, un andrajoso del separatismo catalán vomitó su asco a Castilla. Tierra de pastores, labradores y de retrasados. Con sus pastores, sus labradores y sus retrasados, Castilla se adueñó del mundo. Se le olvidó la mística, la heroicidad, y la grandeza. En Castilla, allá donde el horizonte lo permita, siempre surge la maravilla románica de una iglesia, o la gótica de una catedral. Los castellanos son también los astures, los montañeses, los riojanos, los vascos, los extremeños y los andaluces. Pero el andrajoso se refería a la Alta Castilla, que se llamaba Castilla La Vieja cuando los niños españoles estudiaban la misma Geografía. La Cruz y la espada. Roma, el arte, la poesía, la pintura, la aventura y la navegación. Cataluña se desarrolló económicamente gracias al idioma que Castilla expandió por el mundo, el español. Días atrás, en Burgos, visitando la catedral, pensaba en ello y me lo preguntaba. ¿Esos andrajosos y milicianos del odio y el racismo conocen Castilla? ¿Conocen el resto de España más allá de sus frontreras de aldea imaginada? ¿ Han visto con sus ojos Santiago de Compostela, San Millán de la Cogolla, Burgos, León, Segovia, Ávila, Salamanca, Córdoba o Sevilla? ¿Han meditado, ante el Atlántico andaluz, lo que significó la gesta americana? Además de a Espriú y Maragall, ¿han leído a Quevedo, Góngora, Garcilaso, Cervantes, Calderón, Villamediana, San Juan de la Cruz y Fray Luis de León? Además de admirar a Mir, Casas y Miró, ¿han invertido algún tiempo de su vida visitando el Museo del Prado, con sus Velázquez, Goya, Zurbarán, El Bosco, Murillo, el Greco y demás genios de los Siglos de Oro? Además de Pedralbes, ¿saben que en Madrid y sus alrededores, se hallan los más bellos y arrogantes prodigios de los Reales Sitios? El Palacio Real de Madrid, el de Aranjuez, el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, el de La Granja de San Ildefonso, el de Riofrío... ¿En verdad siguen empeñados en humillar la grandeza de Castilla y del resto de España?

Hoy, gracias a Suárez, González, Aznar, Zapatero y Rajoy –excluyo a Calvo Sotelo, el más culto y más efímero presidente del Gobierno–, los niños de España estudian 17 asignaturas de Historia y Geografía diferentes. En la de Cataluña se describe al Ebro –el Íbero–, «como un río catalán que nace en el país vecino». El río castellano que nace en la montañesa Reinosa, que se ensancha en Castilla, en Navarra, en La Rioja, en Aragón y finalmente desemboca desde su delta catalán en el Mediterráneo. Más de setecientos kilómetros de Ebro en «el país vecino».

Pero no dejan de aparecer en las televisiones públicas. Andrajosos, milicianos, racistas y propagadores del odio y la mentira. ¿Se han preguntado alguna vez si su despreciada Castilla y el resto de España aman a Cataluña?

Yo les respondo. Apasionadamente.

Urge retirar el estiércol de las televisiones públicas. Las privadas, allá ellas. Son negocios.