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Estocadas

La Razón
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«Habría que inventar un juego en el que nadie ganara», sugirió Jorge Luis Borges. ¿Pero quién no quiere vencer en el deporte? Diferente es no saber perder. En este ámbito las reglas son otras, tan distintas de las que rigen la competición que funcionan con patrones extraídos de la vida misma.

Llegó a oídos de Groucho Marx que «la política hace extraños compañeros de cama» y no dudó en enmendar la plana a Winston Churchill con otra aseveración: «No es la política la que hace extraños compañeros de cama sino el matrimonio». En el tálamo de los despachos, desde donde con suerte desigual se diseña lo que ha de ocurrir en el terreno de juego, el deporte coadyuva matrimonios y divorcios en cascada y el salto de un bando a otro es factor coyuntural. Miguel Cardenal y Ángel María Villar, que ahora sólo son paisanos, de Bilbao, y enemigos, antes de que el primero presidiera el CSD si no eran amigos tampoco aparentaban rivalidad. Les separa el poder, el que ostenta uno para frenar el que persigue el otro, y un código maleable.

Cardenal exige el cumplimiento de un reglamento diferente al aprobado por la Junta de Garantías Electorales que sirvió para celebrar las elecciones de 2008 y de 2012, y que, según declaró en «El transistor», era «ilegal».

Más allá de esa empalagosa e interpretable Ley Ministerial, en febrero de 2012, Cardenal, siendo ya secretario de Estado para el Deporte, confirmó la legitimidad del proceso electoral que había denunciado Ignacio del Río y que culminó con Villar en la presidencia de la RFEF. Desestimó la reclamación del aspirante y ratificó con su firma que el procedimiento se había ajustado a derecho. Siendo así, parece obvio que Villar ha ganado una batalla, otra más en ese tremebundo intercambio de estocadas. ¿Y la guerra? Probablemente también, cuando en aproximadamente dos semanas decida sobre el indefinible reglamento el juzgado de lo Contencioso-Administrativo.