Literatura

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La Razón
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Mi preciosa hija, que no es la mejor estudiante según las notas, está en el tormentoso final de segundo de bachillerato. La otra noche, me llama y me dice: Mamá, me sales en el examen de Lengua. Sí, he llegado al final de los temas y estáis los autores de teatro. Estás tú. Bueno, le contesto, es estupendo. Ojalá te toque, ¿no? No, mamá, no, estoy mirando en wiki y me faltan datos. Perpleja le digo, pero tú conoces mi vida y mis obras de pe a pa. No todo, dice, sobrepasada por tanto tema y tanto examen. Escucha, mamá, en internet no viene tu vida bien, en otros autores ponen hasta el nombre de sus padres, el número de hermanos y su fecha de muerte. Ya hija, ya, pero es que yo no he muerto. A ver, le digo, ¿qué quieres saber de mí que no sepas? Y ahí me tienes a la una de la madrugada haciendo un resumen de mi misma para un examen. Pura comedia del absurdo. Al final, mi hija, decidió que lo mejor sería elegir una obra, algunas los ha visto veinte veces, y hablar de ella. Estupendo, confirmé, ningún profesor dudará que sabes sobre autores de teatro vivos, incluso de otros tantos. Suerte. Al día siguiente llegó del colegio desalentada. No me has salido, mamá. Y yo anoche hasta me volví a leer “Caídos del cielo”, lo interpreté y todo, para escribir un monólogo. Me eché la manos a la cabeza y respire hondo sin decir nada. Ayer se lo pasó bomba preparando el examen, pensé. Qué desastre. Ha suspendido, claro. Lástima que este sistema educativo sea tan rancio y aburrido. Con lo que yo sé que ella sabe.