Ely del Valle

F(r)actura

La Razón
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Frente a la habilidad de Ciudadanos que, en el caso de que Rajoy consiguiese finalmente ser investido, habrá logrado colocarle al PP una parte importante de su programa –que es en definitiva cogobernar por imperativo político– el PSOE sigue atrapado en un círculo vicioso del que no sabe cómo salir sin menoscabo de su dignidad. A medida que pasa el tiempo y que no sólo no baja el pistón sino que se reafirma cada vez con más dureza en el «no», más difícil es dar marcha atrás sin que se le recrimine que, para acabar claudicando, lo podría haber hecho hace meses. A los socialistas sólo les queda abordar unas negociaciones que vayan más allá de los contactos extraoficiales que mantienen algunos de sus miembros con «los hombres de negro» de Rajoy. Sólo sentándose y consiguiendo, como lo está haciendo Ciudadanos, que el PP se comprometa a acometer reformas importantes y a aplicar ciertas políticas de corte progresista, podría Pedro Sánchez justificar una abstención a la que se niega una y otra vez. Dar marcha atrás no tiene por qué suponer una debacle, y si no que se lo pregunten a Felipe González y su «OTAN, de entrada no». Claro que entonces, González tuvo dos años para cambiar de rumbo y que además, cuando dio marcha atrás, contaba con el respaldo de una mayoría absoluta incontestable que es infinitamente más de lo que podría soñar un Sánchez que puede pasar a la historia de su partido como el peor líder en resultados electorales y que, se ponga como se ponga, ya figurará en los libros de texto como el primer candidato a una investidura que salió igual que como entró, que es algo a lo que no se resigna. Sánchez continúa en el «no» y además corregido y aumentado por el «no», ya anunciado, a los presupuestos. Él sabrá lo que hace... y si le compensa la factura.