Ely del Valle

Fabulaciones

La Razón
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Tras el gran éxito de público y crítica –sobre todo de crítica– de su primera aventura de ciencia ficción «Me voy pero que me sigan pagando las cuentas», el afamado Artur Mas acaba de publicar su segunda obra en menos de dos meses, titulada «Cambio de nombre y pelillos a la mar», con la que además de optar al premio extraordinario de literatura fantástica pretende dar carpetazo a tres décadas de porcentajes sospechosos. Incomprensible, oigan.

Justo cuando Convergència está haciendo grande su nombre demostrando su ilimitada capacidad para coincidir con todo aquel dispuesto a aportar herramientas con las que levantar una valla de separación con el resto del territorio nacional, independientemente de si son carne o pescado, llega Arturo y se decanta por Democracia y Libertad, que además de no ser un dechado de imaginación es un nombre usurpado porque ya está inscrito y adjudicado en el Registro Nacional de Partidos Políticos con fecha 11 de Febrero de 2013. Claro que eso es peccata minuta para alguien que pretende «desconectarse» dejando, eso sí, el cazo preparado para que las «hienas» –que es como Francesc Homs denomina a quienes se oponen al independentismo– lo llenen, y las «gacelas» –bonita metáfora con la que el cabeza de lista de esta Convergència post lifting nominal identifica a su formación– pasen a por él cada vez que lo consideren oportuno.

La doble jugada de márquetin, la de Mas y la de Homs, es desde luego inmejorable. No es lo mismo, si llegara el caso, procesar a un líder de Convergència que a uno de Democracia y Libertad, que queda como mucho más «gacela» tirando a «madre de Bambi». Otra cosa es que eso frene a los tribunales y confunda a los votantes, aunque llegados a este punto en el que no pasa nada por cambiar la Historia o por darle la vuelta a Samaniego, cualquier cosa es posible.