Alfredo Menéndez

Fabulous Alcorcón

Acusar a Eurovegas de ser la madre de todas las perdiciones morales –juego, drogas, prostitución, tabaco– es tratar a los madrileños como si fuéramos menores de edad, como si no fuéramos capaces de tomar nuestras propias decisiones, como si fuéramos una pequeña tribu de Pitufos bondadosos –salvo el siempre inquietante Pitufo Gruñón– rodeada de Azraeles y Gárgamels ansiosos por llevarnos por un camino de lujuria, ludopatía, adicciones y perdición. Ni Eurovegas va a obligar a nadie a jugar en contra de su voluntad, ni va a llenar la ciudad de prostitutas –ya estaban aquí antes de Adelson– ni va a convertir Madrid en un fumadero. Por cierto: para los que se preocupan tanto, ahora, por la Ley Antitabaco simplemente decirles que no hace falta que venga Las Vegas Sands para saltársela. No se cumple de manera sistemática cada fin de semana en cientos de bares, restaurantes y discotecas, y nadie dice nada. Ahora bien. Creer que con Eurovegas ya se acabó la crisis y el paro es como tener una foto dedicada de Amy Martin o un apunte contable de Luis Bárcenas: es falso. En el momento en el que se sepa dónde va a parar el proyecto –¿to the city of Alcorcon?– a la ciudad agraciada le habrá tocado el gordo. Perdón señor Adelson. Pero también, como a Spiderman, ese gran poder le obligará a tener una gran responsabilidad: no dejarse engañar por una empresa cuyo éxito consiste en el fracaso sistemático de los demás. Sin esa derrota ajena constante no habría casinos. Y aunque Las Vegas Sands no es una empresa sólo de casinos, lo único que está claro es que no es una ONG. Ya está bien de preguntarse qué puede hacer Madrid por Eurovegas. Ahora toca saber qué puede hacer Eurovegas por Madrid.