Alfonso Ussía

Feliz cacería

La Razón
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Podemos ha convencido al dirigente del SAT, asaltador de supermercados, defensor de matones y amigo de batasunos Diego Cañamero, para que encabece la papeleta electoral por Jaén. Estamos de enhorabuena los que amamos y respetamos la afición por la caza, los millones de puestos de trabajo que la caza procura en España y la tradición cinegética de nuestra nación. Y estamos de enhorabuena porque resulta muy complicado que en Jaén, la provincia con Toledo y Ciudad Real más cazadera de España, el buenismo de Podemos pretenda, como en otras autonomías, prohibir la caza, dejar en el paro a cientos de miles de personas y considerar que el jabalí, la perdiz o el conejo tienen los mismos derechos constitucionales que los españoles. Estamos de enhorabuena porque si alguien va a defender la caza y sus riquezas deportivas y económicas en Jaén, será Diego Cañamero, un consumado cazador.

Sus compañeros de caza en El Coronil le dicen «Ojofino el perdicero», tal es su pericia y su tino en el rápido disparo. En Argamasilla de Alba se sabe también del buen tino y excelente puntería de Cayo Lara, pero al lado de Cañamero, Lara es como el que escribe comparado con el conde de Teba. Excelente montero es Baltasar Garzón, al que los venados y arochos de Jaén temían más que a un nublado. Dada su peculiar situación, y en vista de que ya los pelotas propietarios de fincas no le convidan, los malintencionados aseguran que no le acierta a un autobús de dos pisos a más de treinta metros. El que no es aficionado a la caza es Jorge Verstrynge, que un día acompañó a Fraga Iribarne a una montería y a punto estuvo de ser impactado en el codillo por el disparo de un montero de zahones viejos que lo confundió con un gamo con gafas. Después de las pertinentes disculpas en la alubiada posterior a la montería –en las mejores monterías dan bastante mal de comer–, Fraga regañó al montero por haber fallado el tiro. – Lo suyo es inaceptable, y no hablo más–.

Dicho ha Iglesias, que ya es hora de que un jornalero ocupe un escaño en el Congreso de los Diputados. La frase es bonita, pero no más. Cañamero lleva muchos años sin saber lo que es un jornal ganado después de siete horas de trabajo en el campo. Cañamero es un dirigente sindicalista, y desayuna, come, merienda y cena de la sopa boba del sistema. Por otra parte, Andalucía es muy sabia. Tan sabia como prodigiosa. Y un andaluz de Jaén, un aceitunero altivo, no admite que venga un señorito de Sevilla, por muy sindicalista que sea, a hugarle en las narices. Si Cañamero es aceptado por Jaén, será exclusivamente por su condición de cazador de perdices, y ese detalle humaniza socialmente la pretensión de Podemos.

Conozco a muchos trabajadores de Jaén que no cuentan las horas de sus jornadas laborales, que trabajan de «sol a sol y luna y luna a luna» sin que Miguel Hernández glose y rime sus honores, cualidades y lealtades. «Andaluces de Jaén», como escribió el poeta, que viven de cumplir con sus obligaciones y no asaltan propiedades, ni supermercados, ni amenazan a las cajeras de los mismos –también «andaluzas de Jaén»–, por defender a su empresa y puesto de trabajo.

Cañamero –según me dicen–, es un simpático y agradable compañero de caza en los cotos inmediatos a «El Coronil». Vuela una perdiz y Cañamero interrumpe de un disparo su fuga en el primer andamio del aire. No falla una. En Jaén, más de trescientos mil puestos de trabajo tienen que ver con la caza. Y resulta saludable la inteligente medida de Podemos de situar como cabeza de lista a un sevillano que no es jornalero ni trabajador del campo, y sí un excelente, educado, y elegante cazador.

«Buen tiro, Diego»; «gracias, señor marqués».