Carlos Rodríguez Braun

«Fiat lux»

No existe un único culpable del desastre de nuestra política energética. Todos los gobiernos han provocado una electricidad cara (y más que lo será...), un «mix» energético irracional, un absurdo déficit de tarifa y una deuda explosiva. Este último disparate es lo que sucesivas administraciones han contribuido a alimentar dejándole la bomba de tiempo al Gobierno actual, que la ha abordado finalmente porque sospecha que puede explotarle a él. Las empresas son también partícipes, pero actúan reactivamente, como corresponde a un falso «mercado» donde todo está regulado por el poder. Digamos, si el poder asegura que habrá precios artificialmente elevados para los oferentes de energías renovables, habrá muchas empresas dispuestas a suministrarlas. Por eso digo que no hay un único gobierno culpable: el culpable es el intervencionismo. Jamás un mercado libre digno de ese nombre habría dado como resultado este oneroso lío. Una vez que los políticos crean el problema, intentan resolverlo. Así ha sucedido con la presente Administración, que ha respondido a los manuales, desde las distraídas peleas entre los ministros hasta la pretensión de haber sido equitativos en lo que en verdad hacen siempre: repartir los costes entre los ciudadanos en modo de minimizar su indignación. Eso explica que se transmita la idea salomónica de que «todos pagan» pero combinada con la progresista noción de que pagan más las malvadas empresas, añadiendo un rasgo genial de propaganda: el Gobierno penaliza al sector eléctrico para dar más dinero a los parados. ¿Qué sucederá ahora? Pagaremos más, como contribuyentes y consumidores. ¿A cambio de que ya todo se arregle? Dado el intervencionismo predominante, no parece. Habría que dar un salto desde el «Fiat lux» del Génesis hasta el último documento de la Iglesia, la encíclica «Lumen fidei» del Papa Francisco y su antecesor, Benedicto XVI, porque sólo la fe nos puede convencer de que nuestros problemas con la energía se han acabado.