Julián Cabrera

Fin de la «Omertá»

La Razón
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La encuesta publicada hace escasos días por este periódico, en la que se mostraba un más que notable descenso de las expectativas soberanistas sin llegar a la mayoría absoluta de escaños y anterior a los registros de la Guardia Civil en la sede de Convergència, viene a evidenciar lo que puede ser una primera muestra de hartazgo en la sociedad catalana tras dos incompletas y absurdas legislaturas marcadas por el fracaso, especialmente en las políticas sociales y por una gestión de gobierno sobre la que es imposible rendir cuentas toda vez que la convocatoria del 27-S se reviste de un carácter exclusivamente plebiscitario.

Desde la formación que lidera Artur Mas se ha lanzado el espantajo de la injerencia del Estado en la precampaña, pero seamos claros, lo que resultaría realmente preocupante es lo contrario, una actitud de inanición frente a la cada vez más evidente corrupción para no influir en la dinámica política.

Aquel arrebato de sinceridad de Maragall hace unos años que dejaba helados a Cataluña y a toda España a propósito del tres por ciento de comisiones ilegales para la federación convergente cobra ahora una vigencia que ha triturado definitiva e ineludiblemente una no escrita norma de «Omertá» del pasado sobre el tránsito de según qué dineros. Nada es casual, la deriva independentista de Mas tiene mucho que ver con el hecho de eludir responsabilidades como mínimo políticas por los numerosos casos de corrupción.

Las jornada del 27-S –y vuelvo a la encuesta de LA RAZÓN– puede tornarse de «mascletá» plebiscitaria soberanista en un primer gran síntoma de hartazgo social. No es tan complicado atisbar que lo que sería malo para la totalidad de España sería además específicamente desastroso para Cataluña. Es parte del beneficio que acarrea el fin de la «Omertá».