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José Ramón Pin Arboledas

Finanzas locales e izquierda

La Razón
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No estoy en contra de las medidas sociales de la izquierda radical que viene a muchos ayuntamientos. Es más, creo que también la derecha las puede hacer y las ha hecho a veces. La duda es si las finanzas locales y autonómicas son compatibles con todas ellas a la vez. Nadie puede estar en contra de procurar cobertura sanitaria gratuita e universal a cuanto más personas, mejor. Ni tampoco oponerse a un salario complementario para que las personas con riesgo de exclusión tengan garantizada una renta de subsistencia o intentar equilibrar las infraestructuras de todos los territorios. Tampoco nadie quiere oponerse a subvencionar, aún más, los transportes públicos para quienes lo necesiten. En todo ello estamos de acuerdo los de izquierdas, los de centro y los de derechas.

En lo que se difiere es en cómo financiarlo; en si es posible. Si las clases medias pueden seguir aportando impuestos tras impuestos. Porque no hay que engañarse, los ricos ricos son pocos y tienen muchos mecanismos legales para reducir su carga impositiva. Así que la duda es cómo financiar estas medidas, cómo aguantar el déficit que pueden generar y la carga fiscal que sobre los de siempre (asalariados) va a recaer.

También discrepan los detractores de estos nuevos programas de la izquierda radical en cómo aplicar estas medidas. Deben ser controladas de tal forma que no produzcan un «efecto llamada» perjudicial para los vecinos. La afluencia de personas en busca de la subvenciones puede crear guetos de exclusión y desarraigo si no se ordena adecuadamente. También hay que vigilar que no aumente el fraude. En los últimos años se ha visto en muchas zonas un fraude manifiesto y creciente. Así que, por muchos procedimientos que se establezcan, es difícil que no se tire mucho dinero a la basura y se genere una cultura de la subvención que, a largo plazo, acaba perjudicando a aquellos que se quiere favorecer.

Para contrarrestar este último argumento, los partidos de izquierda incluyen en sus programas el incentivo a la creación de puestos de trabajo. Aspiración loable que todos quieren. La duda es si esto es posible cuando el sector público empieza a absorber la liquidez y el crédito detrayéndolo del privado, algo que ya ocurrió al principio de la crisis y que fue una causa del cierre de empresas y aumento del desempleo.

Porque en las medidas de las diferentes plataformas de Podemos y sus posibles coligados se incluye la anulación de privatizaciones, por ejemplo de servicios como el de la limpieza de las ciudades creando funcionarios barredores, figura que se cambió hace años por la ineficacia de esa forma de organizarlos. Es decir, aumentar el sector público en sectores que se ha demostrado que funcionan mejor con criterios de «management» privados.

No es una mala idea paralizar los desahucios de viviendas. Pero aquí pasa lo mismo que con las subvenciones: si no se discrimina se pueden aprovechar aquellos que no debieran hacerlo. Además, la aplicación indiscriminada de esta paralización enrarecerá el mercado de alquiler, encarecerá el hipotecario y, a la larga, dificultará la normalización y el crecimiento del sector inmobiliario, que crea muchos puestos de trabajo (es el 10%-12% del PIB).

Lo mismo que poner a disposición de los ayuntamientos el parque de pisos de propiedad bancaria. No sería una mala idea si eso no desvalorizara aún más los activos de la ciudad, reduciendo la sensación de riqueza y, en consecuencia, bajando el consumo. Todo ello va contra la creación de puestos de trabajo, que la utopía radical quiere favorecer.

Repito, me parecen simpáticas, pero pintorescas en el mundo globalizado actual, todas las medidas sociales propuestas por estas plataformas. El problema es cómo cerrar el círculo; cómo hacerlas funcionar sin crear efectos perversos, sin aumentar los déficit públicos a niveles insoportables, sin aumentar más los impuestos a las clases medias que acabarán reduciendo su calidad de vida, sin reducir la capacidad creadora de puestos de trabajo del sector privado. Es cómo conseguir la cuadratura del círculo que se puede transformar en un esperpento: la circulatura del cuádrulo, lo contrario de lo esperado. Esto es lo que está experimentando el pueblo griego con Syriza: su economía ha pasado de una esperanza de crecer al 2,5% a principios de año a una estimación de decrecer en estos momentos y a la afirmación de su Gobierno de que no podrá abonar el dinero que tiene que pagar al FMI en breve.

Y todo ello sin considerar medidas aún más curiosas como la de crear una moneda municipal propia. Una idea que, afortunadamente, no se podrá poner en marcha porque los coaligados de Podemos están deseosos de poder, pero el PSOE aún no ha llegado a ese paroxismo. Una medida que tiene antecedentes: la hicieron las provincias argentinas en el corralito ¿Es lo que quieren para sus conciudadanos? Supongo que no.