Ángela Vallvey

Fofinsano

La Razón
La RazónLa Razón

La barriga es algo que fácilmente se añade al cuerpo que lo permite por distracción, por falta de previsión o disciplina, por afición al bebercio y al tragaercio, o por lo que sea. La barriga es una cavidad del cuerpo de los vertebrados que tiende a rellenarse con buenos tanques de cerveza de ocasión, hidratos de carbono baratos y vida tranqui. El «Ecce homo devorator» que todos llevamos dentro ansía una vida tragaldabas. Del «fofisano» –invento que excusa la curva de la felicidad– al «fofinsano» no van más que unos gramos de hidratos de carbono diarios en la cena. Ya lo dijo bien claro Lupercio Leonardo de Argensola en una epístola que le escribió a doña Juana de Albión: que no hay más miserable cautiverio que sujetarse el hombre a la vil panza y dejar que la gula tenga imperio.

El humano es un vivo de hambre. Nuestro vientre grita, como aseguraba Séneca. Sus aullidos son más potentes que los de la garganta. Los antropólogos como Marvin Harris recuerdan que a nuestros antecesores les resultaba bien complicado conseguir comida, y desde luego no eran capaces de lograr la suficiente como para ponerse gordos de verdad. De modo que el organismo humano no se preocupó de desechar la capacidad de engordar como riesgo evolutivo y, ahora que tenemos comida de sobra, es más fácil engordar que respirar. La selección natural no desterró la obesidad porque, a lo largo de nuestra historia, los humanos siempre las pasábamos tiesas para conseguir unos pocos alimentos. Como jamás fue normal llenar el estómago, la naturaleza no pudo evitar el riesgo: sencillamente, no vio venir el peligro. Por eso ahora engordamos con tanta facilidad. La abundancia de comida es, en la actualidad, sorprendente, apabullante, milagrosa. Durante milenios hemos corrido como posesos detrás de la promesa de unas pocas proteínas y hoy el mayor escollo que tenemos es sobrealimentarnos comiendo guarrerías. En la antigüedad, los varones de las élites mayas medían 1’70 metros, y sus vasallos 1’55. Los pobres siempre fueron más bajos y delgados que quienes se alimentaban bien. Hoy, los pobres son obesos, y los ricos delgados y sanos. En USA se puede ver una América mórbida, pobre y gorda, cada día más numerosa, frente a una élite escuálida, en kilos y número. Europa, incluso Asia, empieza a imitar a los EE UU. El mundo enferma por la abundancia de comida procesada, manipulada, barata, sabrosa, nociva... (Ñam, ñam).