Julián Redondo

Frenéticos

La Razón
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En la sala de Prensa, Zidane convence. No duda. Mira a los ojos del interlocutor y responde. En 2008 dijo que a Messi no le paraban ni en la «Playstation». Y más: «Me sorprenden las cosas que hace a su edad. Eso lo hace alguien mayor». Sincero reconocimiento de la leyenda hacia el astro, hace ocho años. Desde que entrena al Real Madrid su admiración se concentra en Cristiano Ronaldo, quizá hasta la exageración, «no sé si se puede decir que está de puta madre», confesión al término del partido contra el Athletic; seguro que por otro motivo fácilmente descifrable: no cabrear al césar. Benítez, su efímero antecesor, tardó en atreverse a manifestar que Cristiano es el mejor y está en el paro.

A Benítez le condenaron las malas relaciones con la plantilla; su carisma, entre nulo y escaso; el fútbol, a menudo ramplón, sus contradicciones y los resultados. Ni cuando el equipo metió diez goles al Rayo le arropó el aficionado.

Las vacilaciones suscitadas por el 1-1 en el Villamarín y el 1-2 en Los Cármenes no han restado valor a Zidane, que en el Bernabéu ofrece lo que el público quiere ver: espectáculo y goles, ¡que es el Madrid! Prevalece la facilidad rematadora sobre la fragilidad defensiva, puesta de manifiesto por el Athletic, equipo con más empaque y enjundia que Deportivo, Sporting y Espanyol. Pero se llevó cuatro. El Roma, menos apto para el fútbol frenético, es la siguiente cita, donde Zizou se juega algo.