Fútbol

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Gato encerrado

La Razón
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Si yo fuera un futbolista de la llamada élite, me encantaría jugar en el mismo equipo de Messi. Los genios mejoran a los grandes. Pocos años atrás no había jugador de fútbol en el mundo que desoyera una llamada del F.C. Barcelona. Algo sucede ahí para que resignen jugar en un club que ha sido grandioso. Decía Neymar que les obligaban a aprender catalán, y que ellos se lo tomaban a pitorreo. Jugar al fútbol es una cosa y aprender idiomas de importancia coyuntural, otra muy diferente. Nada tengo contra la lengua catalana, comprensible y de ámbito tan limitado. Los guaraníes, que son más que los catalanes, saben que su influencia cultural no trasciende más allá de los ámbitos de la selva. Entre ellos hablan el guaraní, pero selva superada, usan del español o el portugués. En el «Barça» recomiendan hablar el catalán hasta en los entrenamientos, que ellos llaman «entrenos», lo cual me sorprende porque tal palabro no existe ni en español ni en catalán. Insisto en la pregunta: ¿Por qué el Barcelona no ilusiona? Lo escribió el gran Wodehouse cuando describió la melancolía de un enamoradizo irlandés en Londres, la gran capital victoriana. «Se empeñaba en hablar un idioma muy respetable de muy escasa repercusión». Ellas se enamoraban del simpático y guapo muchacho, pero recelaban de él cuando en lugar de declararles su amor en un lenguaje comprensible para todos, incluidos los irlandeses, lo hacía utilizando su jerga romántica y reivindicativa. Ellas no entendían su propósito, menos aún sus intenciones, y terminaban por acostarse con un inglés.

En Swazilandia se hablan cuarenta y siete idiomas, y de ellos surgen más de doscientos dialectos. Pero el swazi que no sepa entenderse o comunicarse en inglés, es ciudadano de segunda. A lo sumo puede pretender ser nombrado observador nocturno del proceder de las hienas moteadas, las más abundantes en aquella zona. La hiena rayada es más propia de Tanzania, y la hiena negra de Orange. El catalán es un idioma maravilloso, un poso de cultura y demás cualidades. Pero fuera de Cataluña, no sirve para nada. Así que contratan futbolistas carísimos, y cuando llegan al vestuario, un comisario político les anuncia la buena nueva. «Es imprecindipla que parlen en catalá». Y claro, con eso no contaban.

Que algo sucede es evidente. Le levantan a uno de sus ídolos y todos sus intentos de contratación de sustitutos fracasan. Bueno, no todos. En el fútbol chino han encontrado a un brasileño llamado Paulinho. Un brasileño que chapurrea el chino está más que capacitado para aprender el catalán que se exige en el vestuario del «Barça». Entre el «bona nit» catalán y el «boas noites» portugués no se establecen excesivas diferencias. He seguido con jolgorio creciente durante julio y agosto las noticias de los fichajes azulgranas según la prensa barcelonesa. Han superado todas las expectativas. Nadie. No han encontrado jugadores de calidad dispuestos a jugar en el Barcelona. Ni Verratti, ni Bellerin, ni Coutinho, ni Ceballos, ni Seri, ni Dybala, ni Lemar, ni Mahrez, ni Di María... ni ¡Parejo! Y hay que preguntarse los motivos, las causas y el origen de tan reiterados rechazos.

Hace años, todos lo anteriormente citados, habrían terminado presentándose en La Masía con la camiseta azulgrana y reconociendo que desde niños soñaban con ese momento. Como ha dicho Dembelé, que ése sí ha fichado, «Visca Catalunya». Dembelé , desde que era niño ha seguido con enorme interés la evolución social de Cataluña. Su madre le saludaba con un «bon jour», y el niño respondía con un «Visca Catalunya», lo cual evidencia su compenetración deportiva e ideológica con el proceso de desconexión.

Y no ha sucedido lo peor. En el entorno de Messi hay voces indiscretas, que apuntan a una posible despedida de Messi en el mercado invernal. Cataluña se ha simplificado intelectualmente de tal manera, que la marcha de un jugador como Messi puede paralizar el proceso de desconexión sin necesidad de que el Gobierno de España consiga en el Senado el apoyo suficiente para aplicar el artículo 155 de la Constitución. Sin Messi se puede armar la rahola, que es la forma moderna de decir que se puede armar la gorda.

Hay gato encerrado y no dejan salir al gato. Pero el gato está ahí, bastante malhumorado por cierto. ¿Por qué nadie quiere jugar en el Barcelona? Me permito recomendarles que busquen al gato, y si lo encuentran, que se lo pregunten a él.