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Gibraltar español

La Razón
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Rufianes violentos, borrachuzos incorregibles, confundieron la Plaza Mayor de Madrid con un campo de batalla, como si tuvieran algo contra los bocatas de calamares, o como si estos «hooligans» del Leicester supieran el lugar exacto donde juegan los monos de Gibraltar y cómo el dinero cambia de manos. Reclamaban la «Roca» para Inglaterra y acabaron en Comisaría.

Hubiese sido un magnífico punto y final para el vergonzoso Tratado de Utrech. Pero ésa es otra película. El largometraje del Calderón se mezclaba en la tele con el de Múnich. Sobre el papel, más sencilla la encomienda del Atlético que la del Madrid. Él Bayern es un ogro que en manos de Ancelotti mezclaba dos «vendettas», la del equipo que pretendía recuperar el honor después de aquel imborrable 0-4 y la del entrenador que salió del Bernabéu por la gatera. El Leicester era la cenicienta, hasta que sonaron las doce campanadas, Ranieri se transformó en la madrastra y el club optó por seguir unido a Europa, como si el «Brexit» no fuera con él. En manos del Atlético está la responsabilidad de recluirlo en las Islas, lo tiene a punto de caramelo, el 1-0 servirá para que los ingleses se expongan un poco más y entonces gritar ¡Gibraltar español!, y Múnich también. El Madrid volvió a hacerlo, de forma menos escandalosa que antaño, pero igualmente rubricando la conquista con victoria tras el error de Vidal al lanzar a las nubes el penalti –que no fue– que hubiese sido el 2-0.

Empató con la BBC, con Ronaldo fiero e inspirado, y ganó cuando Asensio, que regaló el 1-2, entró por Bale, el menos brillante de todos.