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Gibraltar, prima hermana

La Razón
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«¿Volveremos a la verja en dos años?». Los comerciantes del campo de Gibraltar se inquietan. Quienes en La Línea y alrededores han vivido de los vecinos del Peñón calibran ahora el impacto del divorcio de los ingleses con Europa, y no les salen las cuentas. ¿Regresarán las fronteras y los pasaportes? Eso temen. Mi Cádiz va sobrada de alegría y belleza, pero muy justita de dinero y empleos. Para muchos paisanos, Gibraltar ha sido históricamente una escuela de picaresca y un paraíso para el contrabando de tabaco, alcohol y otras mercancías. Si preguntas por el asunto, los aludidos responden que la mayoría de los contrabandistas lo fueron por necesidad, para dar de comer a sus familias. Acepto la respuesta pero no la comparto, sabes que el fin nunca justifica los medios. Con el Peñón, desde luego, hubo un punto de inflexión al sur del Sur: cuando Bruselas nos abrazó y fuimos todos europeos de facto, vaya si lo notamos. Recuerdo la euforia local, a mis tías y sus excursiones. Iban a Portugal por manteles, a Gibraltar por azúcar, chocolate y vestidos de fiesta. Te hablo de años entrañables en los que esos vestidos pomposos tenían sentido, porque existían las puestas de largo a los dieciocho y los ajuares para las novias, puro glamour de provincias.

Éramos europeos, por fin, y decidimos volver a visitar en masa y con orgullo renacido la ciudad de nuestros exóticos primos hermanos, ésos con un acento más andaluz que el propio, mientras canturreábamos entre susurros el «Gibraltar español». Después llegaron años de submarinos estropeados y bajo sospecha contaminante, pugnas diplomáticas por los bloques de hormigón y por la faena diaria de nuestros marineros. Gibraltar también ha sido para nosotros ese conocido altivo, conflictivo.

Al desaparecer la verja, los suertudos llanitos y sus libras se mudaron oficialmente a España, que estaba a la mitad de precio. Hoy se cierne una sombra en sus horizontes. Hoy se quejan del futuro, de que el Brexit les perjudicará. Hoy saben que Europa protegerá en este trance a España, su socio comunitario. Hoy, quizá, los gibraltareños deberían optar por el pragmatismo, no es tan dramática ni tan peregrina la cosoberanía como opción. Al contrario, probablemente sea la más rentable para ellos a largo plazo. Hoy Fabián Picardo y su gente deberían pensar en ellos y en nosotros. Unos y otros, hermanos desde siempre; primos desde 1713. Mal que les pese, familia.