ETA

Guerra asimétrica

La Razón
La RazónLa Razón

No creo que sea maldad. Está a medio camino entre la ignorancia y la gilipollez. Estaba el otro día en una tertulia de televisión y uno de esos periodistas que cubren «in situ» los números circenses de Podemos, soltó muy serio que la Transición fue un periodo sangriento en el que cayeron asesinadas centenares de personas. Pensé inicialmente que se refería a los 344 inocentes que mató ETA, a los 51 del GRAPO y a las víctimas del FRAP, pero no. El tipo, que ni siquiera sabía que los dos fallecidos en Montejurra y los cinco de Vitoria fueron tiroteados siendo Arias Navarro presidente del Gobierno, cree a pies juntillas que bandas de extrema derecha estuvieron apiolando a mansalva obreros y estudiantes. Uno puede entender que eminencias como Pablo Iglesias o Echenique no sepan que Antonio Machado escribió lo de «las dos Españas que helaban el corazón», 24 años antes de la Guerra Civil, porque la Universidad ha rebajado mucho las exigencias, pero para dedicarse al análisis político habría que tener un mínimo de conocimientos.

En cualquier caso, aquí da igual. Sería impensable que un periodista siguiera ejerciendo y apareciendo en debates, si se proclama fascista y saluda brazo en alto, pero te declaras comunista, levantas el puño y te etiquetas como «muy rojo» y tienes garantizado asiento. A mi me daría vergüenza vincularme a un sistema que en Ucrania mató de hambre a 4 millones de personas, en Moscú fusiló con sentencia a 800.000 y sin ella 10 millones, en Camboya apioló a tres millones y en Cuba ha mandado al exilio a la cuarta parte de la población, pero en la España de 2017 esta bien visto reivindicar la «cheka» republicana.

Al capitán Carlos Haya, que murió en combate, se le ha quitado la calle en el mismo Madrid en el que, con la abstención del PP, se aprobó en 2012 dar el nombre de Santiago Carrillo a una vía o espacio singular. No voy a recordar lo de Paracuellos, porque la gente te mira mal, pero dejo para la reflexión la peripecia de otro personaje singular: Gonzalo Boyé. El tipo, que nació en Chile, fue condenado en 1996 a 14 años de cárcel por participar junto a ETA en el secuestro de Emiliano Revilla. Se hizo abogado en prisión y desde que salió, levantando el puño y más rojo que una amapola, edita una revista, actúa de comentarista televisivo, pastorea el área de derechos humanos en el Colegio de Abogados y da lecciones de moral a los corruptos políticos de la putrefacta democracia española. ¡Manda huevos!