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Guerras de presupuesto

La Razón
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El borrador del primer presupuesto de Trump ha sublevado a la mayor parte de la opinión pública europea. El presidente de EE UU ha optado por recortar en partidas como la educación, la cultura, la sanidad o la diplomacia para aumentar el gasto en seguridad y defensa. ¡Anatema! ¿Cómo osa un político priorizar los de-sembolsos en defensa frente a las subvenciones a la cultura? ¿Es que acaso no es evidente a qué debería destinar el dinero que anualmente arrebata a sus contribuyentes? Pues no, no es nada evidente: si le encargáramos a cada ciudadano que elaborara su propio presupuesto, es muy probable que no aparecieran dos iguales. La razón es simple: cada uno tenemos distintas preferencias no ya acerca de cómo satisfacer nuestros intereses, sino acerca de cómo debería organizarse una «buena sociedad». Incluso personas altruistas y desinteresadas pueden divergir en su visión de las prioridades sociales. Por ejemplo, si un ciudadano cree sinceramente que su país está expuesto a una devastadora amenaza exterior que podría costarles la vida a millares de compatriotas, ¿acaso no tendría pleno sentido que propugnara aumentar el gasto defensivo aun a costa de recortarlo en otras partidas como la cultura o la educación? Asimismo, si otro ciudadano juzga mejor una sociedad más educada aun con menor esperanza de vida, ¿acaso no tendría sentido que propugnara recortar el gasto sanitario o defensivo para aumentar el educacional? Dado que tenemos preferencias heterogéneas, es lógico que discrepemos acerca de cuál es el presupuesto óptimo. ¿Cómo ponernos entonces de acuerdo? Pues una de dos: o votamos entre todos cuál es el presupuesto preferible para todos o le devolvemos a cada ciudadano su dinero para que él decida cómo gastarlo. La primera vía nos conduce a la democracia, que es cómo se ha elaborado el tan criticado presupuesto de Trump: el Partido Republicano ganó las presidenciales y obtuvo mayoría absoluta en el Congreso. Quienes apuesten por esta vía deberían abrazar el presupuesto de Trump por exteriorizar la «voluntad del pueblo estadounidense». La segunda vía nos conduce al liberalismo: dada la pluralidad de pareceres, escojamos cada uno sobre nuestras vidas, no sobre las de los demás. Por eso yo, como liberal, sí rechazo el presupuesto de Trump: porque sigue gastando unos fondos que deberían regresar a los ciudadanos.