Muerte digna

Ha muerto una gran señora

La Razón
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Se llamaba Felisa. No sé nada más de ella. Lo que sí conocía era su sonrisa encantadora, viejita, consumida, con las arrugas de las abuelas de antes. Era una indigente, pero con infinita clase. Se sentaba en el poyete, en el de la ventana de un bajo de la calle el Silencio, justo al lado de la puerta de salida de la Hermandad, como si fuera el salón de su casa, si es que la tenía. Sobre ella, en la pared, colgaba el azulejo del portentoso nazareno. Se sentaba con coquetería, limpia, vestida con humildad, pero con una cierta elegancia. No pedía nada. No optaba por el impostado dramatismo de las profesionales de la mendicidad. A su alrededor no había ningún signo de la pobreza, te sonreía , al tiempo que te decía «yo te conozco». Una pequeña conversación y era cuando te dabas cuenta de su necesidad. Paso muy a menudo por la zona, pero ya siempre pasaba a saludar a Felisa, siempre había palabras agradables, piropos pícaros. A veces necesitaba verla. En mi egoísmo era como visitar a una abuela. Le dejaba mi pequeña aportación, que ella siempre consideraba generosa. Con esa limosna esporádica, yo daba por cumplida la caridad debida con los demás. Sólo sabía su nombre porque es lo único que le pregunté. Nunca me interesé por donde vivía, si estaba sola, si su salud era buena... Hacía tiempo que no la veía. El martes, leyendo la prensa, ya tarde, me enteré de su muerte y del homenaje de los vecinos de la zona, que le ofrecieron una misa con el señor del Silencio presidiendo. Ayer por la mañana fui a rezar por ella, delante de su poyete, lleno de flores, de velas, de mensajes. Compré un ramo de claveles blancos que deposité en su ventana y le pedí perdón por no haber sido mas humano con ella. Lloré como hacía tiempo que no lo hacía. Le di las gracias por las lágrimas y por su categoría, por su afecto. Ya lo dice el titular: ha muerto una gran señora, a la que sus vecinos querían y le han rendido un pequeño homenaje lleno de amor. Felisa, estoy seguro de que estás feliz y que en la próxima madrugada iras acompañando en su paso a tu amado Nazareno.