Martín Prieto

Hamelín, otra vez

Acudí de oyente a una conferencia en Hannover, Baja Sajonia, a cincuenta kilómetros de la onírica villa medieval de Hamelín. En mi ignorancia, que es mucha, creía que lo de las ratas y los niños eran una fabulación de los hermanos Grimm y no una variante de leyendas datadas con exactitud en 1284. El misterioso flautista limpió de roedores el poblado ahogándolas en el río, y al no recibir pago arrastró con su música a los niños hasta encerrarlos en el seno de una montaña. Pudo ser una leva para trabajos infantiles, una emigración de adolescentes o alguna peste de infantes. Pero en las fiestas de Hamelín la banda cesa de tocar cuando emboca la calle mayor para que los críos no vuelvan a perderse tras un son. Nuestros flautistas, hijos del Foro de Sao Paulo para salvar la memoria comunista del hundimiento del socialismo real, dirigen esta marcha hacia la nada de un cuerpo de marea electoral angustiado, bienintencionado y desinformado. Los soplaflautas no consiguen armar un programa económico legible, pero dejan claro que consideran un robo la propiedad privada y que las libertades informativas las garantiza el Estado. Segunda vivienda pero con exacción impositiva, y «Granma» e «Izvestia» para todos. Lo esencial es tomar el poder trepando por el garantismo democrático horadándolo por dentro según el agónico modelo chavista a preservar. El llamado socialismo del siglo XXI es populismo de cachiporra, prisión para opositores y asesinato de misses y estudiantes en manifestación. Maduro por Monedero, el de las cuentas del Gran Capitán. España votará lo que le pete, pero si Podemos y sus flecos acaban desplazando al PSOE a una tercera posición el país resultará ingobernable, y si abduce a la socialdemocracia se disparará el gasto público y regresaremos a la casilla de salida del final de Zapatero con crujir de dientes para todos. Merece la pena meditar esta larga jornada de reflexión. Tocan el caramillo americano, no los conciertos de flauta de Mozart.