Prostitución

Historias de trata

La Razón
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Les cuento una historia que conocen. Chicas con enormes necesidades que son engañadas con falsas promesas de un trabajo digno y bien remunerado, para que acedan a dejar sus países y vengan al nuestro, donde les aseguran que tendrán una vida mejor. Una vez aquí, sus captores les informan de que en el viaje han contraído una deuda de 30.000 euros, que deberán pagar ejerciendo la prostitución si no quieren que las maten a ellas o a sus familias... Las últimas protagonistas de esta triste historia repetida son nigerianas pobres, en situación de ilegalidad, a las que sus tratantes, además, sometían a rituales de vudú, tras los que les hacían firmar una especie de contrato, en el que juraban fidelidad a la red que las había captado. Una ayudita más para que, pese al excelente trabajo de la Policía Nacional –y más en concreto de la UCRIF (Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales)–, aun habiéndose efectuado la detención en esta ocasión de tres proxenetas de una misma banda que operaba en Alicante, Guadalajara y Madrid, incluido su máximo responsable, solo se haya podido liberar a una de las víctimas. ¿Dónde están las demás? ¿Tal vez trabajando en los mismos clubes que siguen abiertos mientras estos tipos entran y salen de la cárcel? ¿De qué sirve que se haya incautado documentación contable, anotaciones de las rutas migratorias del norte de África, material informático y teléfonos móviles tras registrar un domicilio de Torrevieja si, al final, las chicas siguen siendo prostituidas? Y sobre todo ¿por qué pasa esto? ¿quién les apoya y les protege para que se repita la misma historia de trata que hemos leído tantas veces?

mala suerte.