Alfonso Ussía

Horario infantil

La Razón
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Aquel que reconoció un día que nada le producía mayor satisfacción que contemplar en una manifestación cómo eran agredidos y golpeados los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado, se ocupa ahora de los niños. Me refiero, claro está, al pacífico y sonriente Pablo Iglesias Turrión, que ha colgado en Twitter un mensaje de dulce dolor. «Acabo de ver en La 2 cómo disparan a un venado que dejan herido y al que ahora persiguen los perros. ¿Tiene esto sentido en horario infantil?».

Aborrezco la violencia. Pero de niño, nada me gustaba más que jugar con mis hermanos a las batallas navales. Con tarugos construíamos los barcos, y colocábamos en sus cubiertas veinte soldados de plástico. Con un cañón que disparaba proyectiles de goma, intentábamos destruir el barco de tarugos del enemigo. Ganaba el que mantenía más soldados en pie después de diez cañonazos. Aborrezco la violencia. Pero de niño, de joven, de maduro y de otoñal, me han emocionado y me emocionan los ataques de los sioux, los comanches o los arapahoes contra las caravanas de los colonos o los fuertes de los «casacas azules». Y los duelos entre dos pistoleros con expresión de malísimas personas. Y las películas de guerras. «Ben Hur» y «Espartaco» son violentas, y se recomiendan para menores. Los niños de ahora, disfrutan con unas guerras violentísimas entre monstruos buenos y monstruos malos, cuerpos sin cabezas, hombres-rinocerontes, guerrilleras mágicas y seres infernales. Aborrezco la violencia, pero puedo –y lo deseo–, en un día de vacaciones mientras nieva o llueve en mi refugio norteño, ver las tres entregas del «Padrino», sin interrupción ni descanso. Y «La Diligencia», o las formidables interpretaciones de Anthony Hopkins en el papel de Hannibal Lekter. Aborrezco la violencia, pero me asusta más el payaso pintado de blanco del circo que la guerra de Troya, o la explosión magnífica de los cañones de Navarone. «El Rey León», es una película violenta, y por otra parte infecciosa, por cuanto el héroe es un león afeminado y cobarde, y el león malo es un león como los de verdad.

El mensaje de Iglesias Turrión tiene otro objetivo. La caza. Ignora el dulce defensor de los niños que la caza es la más antigua actividad del ser humano. Que sin cazadores, ese venado herido perseguido por los perros que tanto ha conmocionado a quien disfruta con las agresiones a la policía, no viviría de no existir los cazadores. La caza limpia, además de un ejercicio es un deporte. Y son miles de millones de euros y decenas de miles de puestos de trabajo los que se perciben y se mantienen gracias a la caza. Los propietarios de los cotos, los guardas, y los cazadores son los primeros defensores de la naturaleza y de sus criaturas. Lo demás es pura demagogia. La caza tiene sus reglas y sus normas, y el que no las honra y cumple, es desterrado de su ámbito. La caza es tradición. Y la caza es inversión y carísimo cuidado de los cotos. España es uno de los paraísos de la caza en Europa, y todos los años somos visitados por centenares de grupos de cazadores de todo el mundo para disfrutar de nuestra riqueza. Por supuesto que no siempre se mata a la res de un disparo certero. Y que los perros en las monterías persiguen a las reses heridas en espera del perrero o el propio cazador que procede a rematarlas. Pero la violencia no está en esa imagen exhibida en horario infantil. Hay más violencia en las palabras amenazantes de Iglesias que en un venado herido, que es visión ciertamente dolorosa, pero inevitable. Y por otra parte, me permito formular una pregunta. ¿Qué hace un político tan culto y con tantas responsabilidades viendo La 2 en horario infantil? ¿Será verdad que es un consumado vago?

¿Tiene sentido?