Restringido

Incertidumbre

La Razón
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La ralentización global ha pillado a muchos economistas desprevenidos. China, que muchos esperaban que creciese al 7-8% anual, muestra debilidades mucho más profundas y estructurales de lo que se estimaba, en EE UU el crecimiento es endeble, se ha confirmado la recesión en Japón y la parada en seco de varias economías emergentes. Si añadimos la incertidumbre ante un conflicto armado contra el Estado Islámico, es probable que tengamos una revisión a la baja de las estimaciones de crecimiento de la OCDE de otro 0,5% si asumimos un año de incursiones armadas.

El impacto económico, aparte del drama humano, de un conflicto armado no es pequeño. La guerra de Libia costó alrededor de 2.500 millones de dólares. Eso implica que los estados europeos involucrados incurrirán en gastos que aumentarán el déficit. En realidad ante lo que nos encontramos es un entorno global sin precedentes. Por primera vez en décadas la ralentización de una economía no se ve compensada con mayor crecimiento en otras. La caída de expectativas es generalizada. Y este entorno nos llega con las herramientas de los bancos centrales agotadas. Tras más de 600 bajadas de tipos de interés y 19 billones de dólares de expansión fiscal, ya no podemos fiar la recuperación a lo que yo llamo el «gas de la risa monetario».

Es momento de reformas estructurales. De bajadas de impuestos y mejoras de renta disponible. El crecimiento y la inflación no van a llegar desde la intervención monetaria. Los retos de China y los mercados emergentes no se solucionan con políticas de demanda. Porque se han aplicado hasta la extenuación. Es tiempo de políticas de oferta. El error más grave que podemos cometer es pensar que podemos compensar el efecto cíclico de la enorme sobrecapacidad creada en los años de la bonanza crediticia con más madera, con más exceso. ¿Por qué? Porque aún estamos recuperándonos de la borrachera de la década y no podemos suplir el impacto del parón de China. Si cargamos al contribuyente con más presión no sólo no conseguiremos nada, sino que atacaremos a los dos elementos que sostendrán la economía en 2016. El consumo de las familias y las exportaciones de alto valor añadido. No se soluciona con elefantes blancos, puentes y aeropuertos. Se arregla con más dinero en el bolsillo. Devolver el esfuerzo a los contribuyentes y potenciar la economía real permitiendo que mejore el consumo, que vienen curvas.