César Vidal

Inquisición de género

La Razón
La RazónLa Razón

En 1578, Francisco Peña reeditó el Manual de inquisidores redactado por Nicolau Eymerich. Según Peña, resultaba obligado «recordar que la finalidad primera de los procesos y de la condena a muerte no es salvar el alma del acusado sino procurar el bien público y aterrorizar a la gente (ut alii terreantur)... No hay ninguna duda de que instruir y aterrorizar a la gente con la proclamación de las sentencias, la imposición de los sambenitos sea una buena acción». Según Peña, la Inquisición buscaba inyectar el terror entre las masas lo que, a su juicio, era bueno. Semejante cosmovisión ha sido propugnada por distintos defensores a lo largo de la Historia destacando, en los últimos tiempos, la ideología de género. Examínese al respecto la propuesta de ley promovida por Unidos Podemos esta semana en el Congreso. Fiel trasunto de la ideología de género impulsada por instancias internacionales como la Fundación Rockefeller o el multimillonario Soros –defensor de la independencia de Cataluña– pretende hurtar a los padres la tutela de los hijos menores en cuestiones como el cambio de sexo; adoctrinar en el dislate anticientífico a los niños y reprimir derechos fundamentales. En su artículo 94, por ejemplo, incluye en el listado de pecados punibles el publicar en internet cualquier texto que choque con el dogma de la ideología de género o el celebrar actos públicos opuestos a su ortodoxia. Además crea una Agencia Estatal contra la discriminación por orientación sexual, identidad de género, expresión de género y características sexuales que «se constituirá como un ente de derecho público con personalidad jurídica propia y plena capacidad pública y privada y ámbito nacional, que actuará con independencia de la Administración Pública en el ejercicio de sus funciones». En otras palabras, esta entidad inquisitorial carecerá de control legal aunque, por supuesto, la pagarán los contribuyentes. La ideología de género no es un movimiento progresista. Por el contrario, es instrumento fundamental de una agenda globalista – vean las oligarquías que lo impulsan a escala internacional– que busca la ovejunización de las masas, la pérdida de soberanía de las naciones frente a élites incontroladas y la aniquilación de instancias como la familia, la identidad cultural y el cristianismo. Implantar semejante proyecto requiere el terror inquisitorial y no sorprende que Podemos lo suscriba. Más grave es que los otros partidos, mediante asentimiento o silencio, apoyen esta inquisición de género.