Irene Villa

Insatisfechos

La Razón
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Sorprendió que el pasado sábado en Twitter triunfaran las proclamas (más conocidas como hashtags): «Cibeles», «España sale a la calle» o «Estamos por ti», para dar información, respeto y apoyo a los que velaban por la seguridad de todos y de paso por fin hacían que se escuchara la voz del resto de españoles ante la independencia de Cataluña. Y digo sorprendió porque, francamente, convengamos que Twitter hacía tiempo que no reflejaba realidades bonitas, unificadoras, pacifistas... y es que es ya demasiado evidente que se ha convertido en vertedero de las más primitivas emociones y que refleja la mezquindad e intolerancia que muchos no son capaces de controlar. Precisamente se atreven a decir todo tipo de improperios porque la citada red les permite mantenerse cobardemente ocultos en ese anonimato que genera vileza e impunidad a partes iguales. Sorprendió también la conversación (que algunos calificaban como broma y otros como verdad) que se hizo viral justo antes del 1 de octubre, en la que un tal Oriol, desde Òmnium Cultural, una de las entidades independentistas que lideran el procés, tachaba de facha y no demócrata (cuyos datos por cierto obtuvo ilegalmente) por presumir que su interlocutor votaría no en el referéndum ilegal. Después de vivir verdaderas aberraciones, enfrentamientos e ilegalidades contra el estado de derecho, especialmente contra quienes defienden nuestra nación, queremos un país más fuerte. Ha sido vergonzosa la falta de respeto a las fuerzas y cuerpos de seguridad, a nuestra bandera, a nuestro himno, a nuestra nación, y todo ello ha despertado un patriotismo que permanecía adormecido. No nos cansaremos de recalcar el gran país que tenemos, con un talento envidiable, deportistas aclamados mundialmente, las mejores playas, la mejor gastronomía... Lo único que nos falta es remar en una misma dirección. Es bochornoso que de quienes más orgullosos tenemos que estar, por su heroico e impecable trabajo, se sientan humillados por esa minoría de envenenados de odio a cuyo carro se suben también los anti-sistema y demás inadaptados y enfadados con el mundo que siempre estarán insatisfechos.