Deportes

Intocables

Ídolo, «imagen de una deidad objeto de culto». ¿Los deportistas de élite son dioses? Lo parecen. Mito, «persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración y estima» o «persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene». La duda estriba en si los deportistas son mitos admirables o con pies de barro. Hay variedad, indudablemente. A los ídolos no se les falta al respeto «in memoriam», cuando es su imagen etérea, su aura, la que compite, y no resulta elegante abochornarlos cuando, en plenitud, cambian de domicilio fiscal para pagar menos impuestos. Esta flaqueza es una cuestión de humanos ajena a las deidades.

Cuando una federación, cualquiera que sea, prescinde del seleccionador o seleccionadora por motivos tan convencionales como la falta de resultados y la pérdida de confianza, agradece los servicios prestados, abona la totalidad del contrato, aunque se anuncie el final del vínculo tres meses antes de la expiración, aguanta las quejas y el chaparrón de quien se tiene que ir y soporta las críticas sin rechistar. Porque quien ha ganado títulos y medallas para España merece un respeto, por muchas y variadas que sean las razones para cambiar al responsable y modificar el proyecto.

Hay deportistas que asumen la situación de interinidad como algo natural –¿qué entrenador no ha dicho alguna vez que siempre tiene la maleta hecha y que los resultados mandan?– y otros que imaginan que el cargo es vitalicio, consecuencia de la gloria pasada o por haber apagado algún fuego abrasador.

Intocables son los deportistas que preservan los valores muy por encima del podio o de las medallas. Quienes se consideran intocables terminan pagándolo.