Alfonso Ussía

Iturgáiz

La Razón
La RazónLa Razón

Carlos Iturgáiz formó parte de la generación heroica del Partido Popular vasco. Se jugó la vida por defender la libertad y los derechos de los españoles enfrentándose sin cautela al terrorismo y a sus círculos inmediatos. Con Jaime Mayor Oreja, con María San Gil, con tantos otros españoles demócratas y valientes que nos regalaron su suplicio a cambio de nuestra tranquilidad. Aquella generación fue despreciada y demolida por el Partido Popular actual, no se sabe si por influencias de Soraya o de María Pico, que tanto monta, monta tanto.

Los apellidos vascos, en su totalidad, se unen a fenómenos o dibujos de la naturaleza. Con Iturgáiz, no hay acuerdo unánime. El más sabio compilador de las etimologías de apellidos vascongados, Isaac López de Mendizábal, apunta que en Vizcaya significa «Zarzal Empinado», en tanto que en Guipúzcoa y Álava se traduce por «Fuente en Terreno Escabroso». Las dos acepciones encajan a la perfección en la persona de Carlos Iturgáiz. Ha sido un zarzal empinado de difícil acceso para ratas y alimañas, y una fuente de valor en un terreno escabroso, diariamente salpicado de sangre inocente. Luis Michelena atribuye a la terminación «gaiz», una pésima condición, traduciendo Iturgaiz por «Fuente Mala». Que le den a su tía Felisa, a la tía Felisa de Michelena me refiero. Y Narbarte Iraola coincide con Mendizábal. Iturgáiz es la «Fuenta de Arriba». El gran filólogo y sacerdote durangués Pablo Pedro de Astarloa prefiere la «Fuente Alta». Excepto Michelena, que era un asno, todos coinciden. Alta, empinada, de arriba y por lo tanto, altiva y generosa.

Carlos Iturgáiz, que se ha jugado la vida por todos los españoles sin distinción, se ha ganado, aún más que otros, el derecho a expresarse libremente. Y lo ha hecho refiriéndose a la pitada al Himno y al Rey en la final de la Copa de España disputada por el Barcelona y el Alavés. Fueron muchos más los catalanes silbantes que los vascos. Álava siempre ha sido un territorio de transición. Hay mucho patriota vascoespañol en Álava, que era despreciada por Sabino Arana, que se refería a los alaveses como «burgaleses y castellanos», cuando no hay mayor honra que ser burgalés y castellano. Esa sí que es una provincia histórica, que diantres. El esnobismo vizcaíno viene de Inglaterra, el guipuzcoano de Francia y el alavés no conoce el esnobismo porque se venga de donde se venga, la integración es inmediata gracias a la cortesía alavesa, que es vasca, castellana, navarra y riojana a partes iguales.

Carlos Iturgáiz, la «Fuente Alta», no se ha mordido la lengua al opinar sobre la pitada a España y al Rey en Madrid: «Yo también quiero ejercer mi libertad de expresión: Todos los que pitaron el Himno son unos hijos de puta».

Y se han enfadado los hijos de puta, lo cual carece de sentido, porque Iturgáiz no ha insultado sino definido. Por muchos de los imbéciles silbadores Carlos Iturgáiz puso su nuca de parapeto para que a ellos no les alcanzaran las balas. Por muchos de ellos, Carlos Iturgáiz fue seguido, vigilado y condenado a muerte por los terroristas –a Dios gracias sin éxito–, mientras el entonces baluarte del separatismo catalán, Carod-Rovira, se reunía con la ETA para pedirles que no mataran en Cataluña, que lo hicieran en otras zonas de España. Carlos Iturgáiz tiene sobradísimo derecho a hablar sin tapujos ni cautelas, más aún cuando el Tribunal Supremo, no hace mucho, absolvió a un alcalde del sur de un delito de injurias y calumnias al Rey Don Juan Carlos del que dijo que era un «Hijo de Puta y un asesino». Según el Tribunal Supremo hizo uso de su libertad de expresión y de opinión.

Pero si hubiera dicho algo de Messi, a Iturgáiz lo enchironan. Bien dicho, valiente.